sábado, 8 de noviembre de 2014

Ochenta: Damas y Mayores Primero

“Las Damas Primero”, dice Darío antes de subir al bus que nos llevará al Metro. Las señoras y señoritas (antes de hacer caso a su invitación) siempre le quedan mirando, asombradas, como si fuese un fenómeno de la naturaleza tan solo por decir esa frase. Yo sé la enseñé, al igual que le mostré los asientos naranjos que en cada bus están destinados a personas de la tercera edad, pero que pocos respetan.

Lo cierto es que, más allá de lo especial que es para mí, mi hijo es un niño como cualquiera de cinco años. A mis ojos, siento que se diferencia de los demás en virtud del análisis que hace de los cientos de estímulos que recibe todo el tiempo y, también, a través de las cosas que hemos podido compartir con él, por considerarlas importantes.

Una de esas cosas ha sido el trato hacia la mujer, como una figura central y digna de atención.  Como la representación de la dulzura y el fin último de nuestras acciones, además de una presencia digna de nuestro mejor esfuerzo caballeresco (a estas alturas de lo que escribo, a más de alguna “feminista militante” que esté leyendo, le debe haber dado urticaria, o espasmos, por considérame el ser más sexista que habita en la Tierra por estos días).

A propósito de la ácida crítica feminista que seguro me caerá encima, no puedo dejar de compartir con ustedes mi sensación de que avanzamos de manera vertiginosa hacia nuevos radicalismos (el mundo es cíclico), no solo en el tratamiento de los géneros, sino en todo tipo de ámbitos (cómo no recordar el ejemplo que nos dan cierto tipo de “animalistas”, que llevan sus creencias al extremo)...Pero me parece que habrá tiempo de abordarlo en una columna diferente...Por mi lado, decir que siempre escapo de los extremos, pues creo mucho más en los matices.

Darío y yo decimos “Las Damas Primero”, porque así me lo enseñaron y porque sigo creyendo que en esa convención –absurda para muchas/os- vamos generando algo especial y diferente en nuestras relaciones cotidianas. Porque mi sensación es que una mujer (esposa, madre, amiga, compañera de trabajo) sigue valorando este tipo de gestos, entendiéndolos como una demostración de cariño y respeto, más que un resabio arcaico de esa idea de "sexo débil" que creo todos estamos de acuerdo, no es tal.

Con nuestros abuelos, siento que ocurre algo similar. A menudo me dice Darío: "Papi, ¿por qué esas personas ocupan los asientos naranjos?" y me cuesta explicarle que existe gente que se siente con mucho más derecho que el resto para ocupar un asiento en el transporte público, por delante de mujeres; mujeres embarazadas o mayores. Pero aún...suelo ver universitarios de 20 años corriendo cuando el Metro abre sus puertas, para poder "agarrar" un asiento y tener la posibilidad de "aprovechar" el viaje jugando Candy Crush o alguna otra distracción alojada en la inmensidad de sus smartphones de última generación...

Me encanta que Darío sepa que nos falta mucho para tener derecho a un asiento. "Somos jóvenes y tenemos energía" repite siempre conmigo y es la verdad...¿De qué deberíamos estar cansados a los 36 o a los 5 años, si hay personas que han hecho un recorrido de vida tres veces más intenso que el nuestro?

Creo que una de las maneras de cambiar el mundo desde nuestro humilde espacio personal, pasa por reconocer el valor que tienen los demás. Más todavía si son personas que lo han dado todo. Pasa por darle trabajo a personas que, precisamente por tener más de 50 años, tienen mucho por aportar todavía...¡Saben mucho más que nosotros!...Pasa por cosas tan sencillas como decir la "señora", en vez del peyorativo "la vieja"...Pasa por recordar que lo que nos pasa, no es lo más importante, sino una historia más, en un mar de millones de historias...






viernes, 29 de agosto de 2014

Setenta y Nueve: Tanto Control

A través del colegio de Darío, fuimos invitados a una interesante charla sobre la crianza y las relaciones que establecemos como padres, con nuestros hijos. La oradora, una connotada profesional del ámbito, autora de numerosos libros que son éxito en nuestras librerías y que abordan las dificultades que enfrentamos los adultos en un proceso tan desafiante como el crecimiento de nuestros niños.

Aprendí varias cosas, me identifiqué con otras cuantas. Con la Andrea nos reímos de buena gana con varias de sus intervenciones, pues ponía en una perspectiva bastante absurda muchas de nuestras incertidumbres, evidenciando nuestras incompetencias…

Pese a lo positivo de la experiencia, al salir me quedó dando vuelta una sensación más bien extraña. Me estaba llevando importante nuevo conocimiento para la crianza de Darío, pero también me daba cuenta de que la mirada, en general, estaba siempre planteada desde el control, desde la opción que tenemos de encauzar “a tiempo” a nuestros hijos, para que logremos vincularnos con ellos de manera exitosa.

Pero no había en su relato nada sobre la motivación; sobre el desarrollo personal; sobre la estimulación del potencial y las virtudes de cada niño… ¿Sería posible? Y pensé también que no era un problema de ella como estudiosa, académica y escritora. Era un problema de nosotros, como sociedad, que exigimos soluciones para “problemas” que nosotros mismos hemos creado.

Añoramos el control, porque lo perdimos –según nosotros- a manos de una nueva generación, más empoderada, pero menos respetuosa, más soberbia y mucho más desafiante de lo que nosotros mismos fuimos. Se nos fue de las manos la relación con nuestros hijos y tendemos a responsabilizar de ello al entorno, a los amigos, a los medios de comunicación.

Nadie más que nosotros ha sido responsable de esa transformación, que hoy nos complica y nos obliga a contratar a profesionales competentes en el tema, para que asesoren a nuestros hijos en su crecimiento. Nosotros, con nuestro estilo de educación, inventamos directamente el “déficit atencional”; los “problemas de aprendizaje” e, incluso, algo de lo que hoy conocemos como “bullying”.

Bajo ese nuevo escenario, era lógico que un grupo de personas, provenientes de diversos ámbitos del conocimiento, llenara los vacíos que nosotros mismos habíamos generado como padres.  Y nos devolviera algo del control que había desaparecido, creando un equilibrio de necesidades y prestaciones que hoy el común de las personas considera más o menos, “normal”.

Escribo esto desde el “nosotros”, pues también soy padre. Y no me considero el mejor. Pero también lo escribo desde la consciencia de lo que ocurre y la convicción de estar haciendo las cosas de manera muy distinta con Darío.  En consecuencia con mi alma anticuada, me gustan las normas y las defiendo en su justa medida, pero no son más importantes que las “alas” que entregamos a los niños para que puedan desarrollar sus cualidades, gustos y consolidar su autoestima.

Correr riesgos; desafiar a la autoridad; romper con lo establecido, son conceptos íntimamente ligados a la energía infantil y juvenil. Nuestro trabajo hoy, más que contener, es encauzar…y ayudar a que ellos puedan encontrar las mejores vías de desarrollo para su energía y creatividad.

¿Y el control? Para mí, no hay fórmula probada…Para mí, en realidad, es la consecuencia del tiempo que dedicamos a ellos; la cercanía que establecemos en esa relación y la confianza que vamos sembrando a lo largo de los años. Y, por cierto, eso de no olvidar que por más intimidad y “buena onda” que tengamos con nuestros hijos, no somos, ni seremos sus “amigos”. Desde que nacieron y para siempre, seremos sus padres.



jueves, 7 de agosto de 2014

Setenta y Ocho: Un Gran Experto

Le atribuyen a Albert Einstein una frase que me identifica plenamente: “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”.

Ya he comentado acá los beneficios y los riesgos que conlleva el hecho de que estemos en una vitrina permanente frente a nuestros hijos. Están cada vez más pendientes de todas nuestras acciones, y lo más relevante: las consideran justificadas por el solo hecho de que las emprenda uno de sus padres. Por tanto, están “autorizados” para repetirlas.

Ayer, cuando por fin pudimos ir al cine a ver la esperada “Guardianes de la Galaxia”, me hizo una pregunta sobre uno de los personajes, que no supe responder. El me replicó: “Papá, tú sabes, eres un gran experto, porque sabes mucho de leer”.

Me reí espontáneamente, pero al instante sentí que me habían endosado uno de los halagos más maravillosos de los últimos tiempos. Mi propio hijo, confiaba ciegamente en mi conocimiento, obtenido en algo que me ve hacer mucho, y que hacemos mucho juntos, también. LEER.

¿Es posible que pueda dejarle un legado más maravilloso que la valoración de los libros como fuente inagotable de saber y de respuestas para esas preguntas que nos hacemos día a día?

Luego de 13 años de trabajo, unos 10 de formación universitaria y los 12 de la educación general, llega finalmente un momento en que mi experticia y competencias son valoradas de una manera diferente, significativa. Tanto, que me emociona todavía darme cuenta lo que represento para un niño de cinco años. Y el desafío que significa estar a la altura de esa visión.

Somos modelos, en todo sentido. Y más allá de que nos guste o no, se trata de un hecho que va aparejado con la paternidad. Más que verlo como una carga, me he dado cuenta de que he elegido verlo como una oportunidad…

Una oportunidad para sentar las bases de la formación integral de mi pequeño…las primeras y más sólidas piedras de la construcción que algún día llamaremos, “educación”.

viernes, 11 de julio de 2014

Setenta y Siete: Condicional

“Es que no puedo”, me dice Darío a veces, cuando me tiene cerca y cree que mi ayuda le servirá para conseguir más rápido su objetivo. En conversación con su profesora del prekinder, lo terminé de comprender, pues en ese contexto se comporta muy distinto: es autosuficiente, perseverante y tiene una alta tolerancia a la frustración.

Tiene lógica. Todos sacamos lo mejor de nosotros cuando verdaderamente lo necesitamos. En otras instancias preferimos descansar en nuestros apoyos emocionales, en nuestros afectos, y en la gente en que confiamos.

“Tú todo lo puedes”, le replico siempre y le recuerdo que “todo lo que quieras hacer, es posible”. Claro que cada vez que lo hago, pienso en cómo habría cambiado mi propia actitud, si en los momentos adecuados, me hubiesen repetido esa frase una y otra vez.

Si hay algo que perdemos con los años, no es la juventud, sino la capacidad de ver y analizar las cosas sin el filtro de los prejuicios. Aquello que definimos como límite alguna vez, lo sigue siendo por mucho tiempo…incluso, olvidamos las razones que nos llevaron a instalarlos como tal.

A los cinco años, tengo claro que Darío tiene marcados talentos. Algo que, en ningún caso, debe condicionar sus elecciones en lo sucesivo. Todavía puede ser futbolista, ingeniero, músico o médico, pues no existe una razón concreta que le impida emprender el esfuerzo que significa lograrlo.

Solíamos vivir en un mundo en que los adultos repetían constantemente frases radicales y taxativas con respecto a los niños: “lo que pasa es que es malo para los matemáticas”; “se parece a su madre, por eso nunca puede concentrarse”; “es igual al papá: no le gusta el deporte”…

Emprendí cosas tarde, lo que no significó que no obtuviera los resultados que buscaba. Aprendí a tocar guitarra a los 20 (como en el quinto intento) y a partir de eso, compuse canciones y tuve un grupo por 10 años…¿Por qué no sucedió antes? Porque probablemente, no puse todo el esfuerzo que requería. Más allá de eso, solo podría alegar por algunos detalles del contexto.

10, 20, 40 o 100 niños de 5 años, tienen hoy el mismo potencial. Las mismas posibilidades de llegar a ser lo que quieran ser. Para algunos, puede que sea más fácil, pues tendrán una cuota “adelantada” en su talento. Otros, podrán suplir ese hándicap poniendo constancia, tesón y profesionalismo…

Pero nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de decirles que no pueden…

viernes, 30 de mayo de 2014

Setenta y Cinco: Silencio de Hombre

Puede que no compartan esta visión conmigo, pero me da la impresión de que –casi como una tendencia histórica- los hombres no hablamos tanto de lo que nos pasa con los hijos, como sí lo hacen las mujeres.

Y no tiene que ver con el rol secundario (o bajo perfil) que asumimos durante el proceso de embarazo y crianza temprana. Ese papel que –pienso- debemos asumir con orgullo y pasión, sin perder de vista que una madre (por razones biológicas) siempre será el centro.

Desde mi punto de vista, este “Silencio de Hombre”, tiene que ver con nuestra masculinidad y los paradigmas que hemos albergado en ella desde pequeños. Con eso de no mostrar demasiado de lo que sentimos; de permanecer siempre estoicos; de cuidar nuestro territorio de “machos puros”.

También hay algo de temor a lo desconocido. Y es que nuestros padres, pertenecientes a otra generación (el mío cumplirá 66 este año), jamás nos hablaron desde la emoción, sobre lo que significaba el espacio que habían abierto en sus corazones desde nuestra presencia.

Este blog, y su libro derivado, surgieron desde la energía incontenible de la paternidad, y la inexistencia de filtros que me impidieran compartir lo vivido con la parte del mundo que quisiera escucharme. No quería escribir manuales que recopilaran “tips” en el cuidado de un bebé, sino escribir desde la experiencia. La pura y simple primera experiencia con un mundo del que no tenía más que referencias.

Hasta acá, creo que ha funcionado bien…por lo menos, historias no han faltado. Alguien me preguntó, cuando el blog recién tenía un mes, si había material suficiente para mantenerlo….Recuerdo que le dije: “Después de ser padres, ya no dejamos de serlo”. Y como dicen: “Hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”…

El refrán es una caricatura, por cierto. En la práctica, cada nuevo desafío se asemeja mucho a un Everest o un Ojos del Salado…porque la solución surge desde contextos diferentes, desde estadios de aprendizaje que no son estáticos.

No me cabe duda que cada vez hay menos “Silencios de Hombre”. Y pienso que es bueno que así sea. Si en algo he aportado estos años, a ese lento cambio, genial.


Creo que para ser papá, definitiva y literalmente, hacen falta “huevos”.

viernes, 16 de mayo de 2014

Setenta y Cuatro: CINCO

“No puedo detener el tiempo que se escapa entre mis dedos…frágiles”, escribí una vez en una de las canciones favoritas de mi banda. Hace una eternidad que no vuelvo a tomar la guitarra para algo en serio como componer o ensayar con otros músicos aficionados. Sin embargo, ahí está esa melodía, y esa letra, que no pierde vigencia en mi vida.

Puede que ahora entienda mucho mejor lo que quise decir con esa frase. Es una real paradoja que hace mucho tiempo que el tiempo ocupe mi tiempo. Durante una época, incluso, reconozco que lo pasé mal, pensando en la finitud de todo lo que nos rodea. No me conformaba con eso, quería retenerlo al costo que fuese. Pero inevitablemente, limitaba con la “fragilidad de mis dedos”.

El esfuerzo por contener la historia, nuestra historia…no debe ser infructuoso, aunque nos lo parezca. No podemos detener el tiempo, es verdad, pero sí podemos elegir qué hacer con él. A pocos días del quinto cumpleaños de Darío, la evaluación de mis decisiones me deja tranquilo y feliz.

En cinco años aprendí mucho más que en los primeros treinta y uno. Aprendí mucho más de mis errores; de mis prejuicios; de mi comportamiento, tantas veces absurdo. Aprendí que mis opiniones nunca son definitivas; que la inconsecuencia no es sino la oportunidad de crecer y dejar atrás una etapa.

La paternidad me hizo hombre, en todo el sentido de la palabra. Me volvió capaz de comprender que detrás de cada palabra hay una intención. Y que cada rostro oculta siempre un sueño.

Hoy me siento capaz de derribar cualquier tipo de límites. Y me he encargado de demostrarlo con hechos, jugándomela por lo que parecía imposible. Aun cuando el porcentaje de logros no sea del 100%.

Tus ojos están siempre sobre mí, recordándome que soy tu héroe personal, y que no hay nada que pueda detenerme. Ni siquiera un reloj en mi muñeca, o un calendario pegado en la pared de nuestra cocina, Cada uno de mis esfuerzos ha buscado estar a la altura de lo que soy para ti.


Cinco años para festejar, mas no para lamentarse. Cinco años para decir: qué rápido que pasa el tiempo, cuando lo vives intensamente. Cuando no hay pendientes. Cuando estás feliz de haberlo entregado todo.

viernes, 25 de abril de 2014

Setenta y Tres: Enseñar el Dolor

Este año ha sido de tragedias en Chile. Un terremoto en Iquique y un incendio en Valparaíso, nos han recordado de forma muy elocuente, la fragilidad de mucho de lo que nos rodea. Y mucho de lo que damos por seguro, desde la comodidad de nuestra cama o sillón.

Como creo firmemente en la posibilidad de hacer una lectura positiva de cualquier cosa, por trágica que sea, me gustaría decir: ¿Qué mejor oportunidad de recordar que no estamos solos, que al lado de nuestras preocupaciones muchas veces superficiales, hay personas que lo están pasando mal?

Para mí, en particular, se trata de devolver mucho de la felicidad obtenida hasta acá. Y, por cierto, de mantener una conciencia permanente respecto de lo que ocurre a nuestro alrededor, una que nos permita ir moldeando una felicidad propia que sea completa.

Con Darío vimos imágenes de dolor en televisión. Gente que lo había perdido todo…años de esfuerzo para levantar sus casas y pertenencias, que se fueron junto al sismo o el fuego. Muy interesado, comenzó a hacerme preguntas: ¿Qué les pasó? ¿Por qué están tristes? La Andrea, desde la otra pieza, me dijo en un momento: “Que no vea más eso…”.

Tras explicarle a mi hijo lo que pasaba en los lugares que aparecían en pantalla, le propuse que fuéramos al supermercado para preparar una caja de ayuda para Valparaíso, a lo que respondió: “Muy bien, papá, no quiero que las gentes estén tristes. Todos tenemos que estar felices”.

Juntos, armamos un par de cajas con un poco de todo. Pero, especialmente, con harto, harto, cariño. Invitamos a mamá para que nos acompañara y los tres fuimos en el auto a entregar nuestro aporte a un Centro de Recepción de la ayuda. ¡Nos sentimos enormes, gigantes! Y nos tomamos algunas fotos, para compartir y contagiar por Twitter y Facebook nuestro entusiasmo. Para motivar a otros a moverse por una causa que creemos, vale la pena. Y la alegría.

Al día siguiente hicimos uno de nuestros tradicionales recorridos en bus por Santiago (una de las cosas que hace más feliz a mi hijo). Había poca gente, por ser domingo…En el asiento de al lado, una chica lloraba amargamente, con los audífonos puestos. ¿Vendría saliendo de una ruptura sentimental? ¿Habrá perdido algún ser querido? Son tantas las razones por las que podemos sentir dolor…

Me puse a pensar y pensar de qué manera podríamos hacer algo por ella y finalmente, se me ocurrió buscar en la mágica mochila de Darío una caja con pañuelos desechables.

-          “Sabes, le ofreceré uno a esa chiquilla, porque tiene pena”
-          Buena idea, papi…ella está muy triste y tiene que estar feliz…


viernes, 28 de marzo de 2014

Setenta y Dos: Cuestión de Confianza

Me acostumbré a escuchar el discurso tan extendido de “no confiar en la gente”. Ya ni siquiera lo discuto, para no amargarme, pero debo reconocer que día a día, se vuelve más masivo. Y uno, que sigue creyendo en las personas, se va quedando cada vez más solo. Literalmente.

Me encantan los animales, pero creo que el crecimiento de los movimientos para defender sus derechos, son reflejo también de la incredulidad frente a lo que llamamos “humanidad”. Las personas tienden cada día más a preferir la fidelidad de una mascota, antes que las sinuosidades del comportamiento de un amigo/pareja/familiar. Bastante comprensible, aunque estoy lejos de asumirlo como un lineamiento personal.

La vida está llena de riesgos. Y uno de los principales dice relación con el vínculo que establecemos con las demás personas.  Podemos discutir cuáles son las razones, pero hoy enfrentamos al mundo con diversos escudos, corazas y campos de fuerza, dependiendo de las experiencias personales.

Los niños, en cambio, se entregan siempre al 100% frente a cada oportunidad que se les presenta. No clasifican a las personas, no las juzgan a primera vista, no las critican, no hablan mal de ellas cuando no están. De hecho, comienzan siempre de la base de que todas las personas son buenas. Durante las últimas semanas, por ejemplo, me ha hervido la cabeza respondiéndole a Darío su pregunta recurrente “¿Por qué algunas personas son malas?

A mí mismo, me cuesta responder a esa pregunta. Y es inevitable recordar la época en que nuestras creencias infantiles comienzan a caer una a una, como piezas de un dominó, dejándonos en una orfandad bastante impactante, pues nos devuelve a nosotros la decisión respecto a ¿Cómo enfrentaremos al mundo ahora que sabemos todo esto?

Elegí varias maneras durante años. Pero hace un tiempo me estacioné en mi preferida: la de seguir creyendo. Sí, porque aunque el mundo se obstine en decirte que las personas no son de fiar; que lo pasarás mal; que te harán sufrir; lo he pasado mucho mejor y he disfrutado muchas más cosas, manteniendo la fe a tope.


Lo de perder o salir trasquilado es parte de la vida. Casi, diría yo, del encanto de la vida. 

martes, 25 de marzo de 2014

¡Ha llegado premio! Aprovecho de dar las gracias...y recomendar

¡Hola a todos!. Interrumpo nuestras transmisiones habituales porque hace un par de meses recibí por parte de UNA MAMA CHIC http://mamaartist.blogspot.com.es/ la mención al premio LIEBSTER AWARD.

Sin duda, todo un honor, que agradeceré respondiendo las preguntas que implica

1. ¿Hace cuanto tiempo tienes el blog?
Desde el 25 de febrero de 2011 (justo el día de mi cumpleaños 33)

2. ¿En qué lugar sueles escribir?
Donde sea. A veces en el bus, en el metro, en cama, en la oficina…

3. ¿Te ha cambiado algo la vida desde que tienes el blog?
¡En todos los sentidos! Me ha devuelto el amor por escribir y me ha recordado que tan mala pluma no tengo. Además, el blog se convirtió en un libro en agosto de 2013, que está disponible en todas las librerías de Chile y en formato ebook a través de http://www.casadellibro.com/ebook-papa-en-rodaje-la-aventura-de-ser-un-padre-comprometido-ebook/9789563476699/2243763

4. Cuéntame alguna experiencia bonita que hayas vivido gracias al blog
Innumerables personas que se han reído con mis historias y, muy emocionante, se han identificado con ellas.

5. Dime cuál es tu blog favorito

6.¿ Conocías Mi Mamá Chic?
¡Por supuesto!

7. Dime algo que te guste de mi blog
Es cercano, divertido y sobre todo, concreto en datos para quienes seguimos aprendiendo.

8. ¿Tienes miedo a que algún día se agoten las ideas?
Las historias de los hijos jamás terminan, creo…

9. En qué momento del día sueles escribir
Solo cuando llega la inspiración. Me pasa que escribo el post de una sola vez, no lo dejo pendiente para otra hora del día.

10. Dime una frase que describa tu blog
Papá en Rodaje: La Aventura de Ser Un Padre Comprometida

11. Te ayudan las redes sociales en el blog?
Muchísimo. Ya hay casi 2 mil seguidores en Twitter y otros tantos en Facebook. Eso genera un movimiento que nunca me imaginé para lo que escribo…

Ahora propongo los siguientes blogs para el LIEBSTER AWARD.

1.     BLOG DE UNA MADRE DESESPERADA: transmite la emoción de lo que vive junto a su familia y nos hace parte de ello http://blogdeunamadredesesperada.blogspot.com.es/
2.     PAPÁ CANGREJO: luminoso blog de aventuras paternas que descubrí hace poquito
3.     DIARIO DE UN PADRE ESTRESADO: que hace poco dejó de escribir y sería bueno motivarlo para el regreso http://padrestresado.blogspot.com/
4.     PAPÁ LOBO: buen amigo virtual en las aventuras paternas desde hace varios años http://historiasdepapalobo.blogspot.com/
5.     PAPÁ DIGITAL: otro de los que ha crecido al mismo tiempo que Papá en Rodaje en estos años http://papadigital.wordpress.com/

Por último, respondo el resto de las preguntas de Una Mamá Chic

1. ¿Qué te hizo empezar a escribir tu blog?
Abrir una válvula para compartir experiencias intensas, de las complejas y las felices, con otros padres. Y lo otro: llenar el vacío respecto de mirada masculina sobre embarazo y crianza…

2. ¿Cómo compatibilizas el blog con la paternidad?
A estas alturas, ya no es tan complejo, pues mi hijo tiene 4 años y estoy recuperando ciertos espacios personales de trabajo.

3. ¿Qué es lo que más te gusta de la paternidad?
Lo irrepetible e indescriptible de la experiencia.

4. ¿Cuál es la mejor vivencia hasta ahora con tu peque?
Siempre, la última. Las vacaciones de hace un mes con él serán imborrables en la memoria de ambos, porque antes que se sumara su madre, tuvimos dos semanas para nosotros en que recorrimos todos los lugares fascinantes de nuestra ciudad. La vara quedó alta para la siguiente aventura...

5. ¿Sobre qué te gusta más escribir en tu blog?
Sobre lo que está pasando con la sociedad, en la medida que nuestro hijo crece.

Pueden visitar los LIEBSTERAWARDS para conocer un poquito más de estos premios…


¡Un abrazo afectuoso a todos!

miércoles, 19 de marzo de 2014

Setenta y Uno: Administración de la Tristeza

Creo que todos hemos vivido momentos de pesar alguna vez. Más de alguno, hemos tenido la sensación de que será difícil salir de la pena  y –en un acto de suma valentía- hemos decidido pedir ayuda a personas que saben del tema, para que nos muestren algunas puertas.

A mí me pasó (quizá también a ustedes) en la adolescencia, como consecuencia de mi búsqueda de sentido. Lo pasé mal, lloré bastante y finalmente vi que por delante había muchos nuevos y radiantes días para disfrutar de innumerables experiencias que valían la alegría (no la pena). Hubo un momento especial, en que caí en la cuenta de que por alguna razón, mi estado más natural era el de la tristeza. Y no fue un descubrimiento dramático, sino por el contrario, significó entender por fin mis particularidades. Por ejemplo, esa tendencia media masoquista, de poner los discos más tristes y ver las películas más emocionantes, en los momentos más angustiantes.

Con el tiempo y el continuo proceso de autoconocimiento, aprendí a “Administrar la Tristeza”. Así, como lo leen. Creo que era inevitable que eso ocurriera, si quería sentirme satisfecho de mi mismo, sin deudas emocionales en el camino. ¿Por qué no podría existir un concepto así, si todo el tiempo estamos leyendo libros, ensayos o discursos sobre la Administración del Cambio, del Conocimiento, de las Personas…todas ideas sobre el control de espacios emotivos, más que materiales.

En la labor de padre, Administrar la Tristeza se ha vuelto para mí un eje primordial. Los niños esperan que siempre estemos enteros, sólidos, sin vacilaciones, y trasladar nuestras emociones al terreno en que interactuamos con ellos, puede resultar chocante. Ahora mismo, vengo saliendo del impacto de un dolor grande, y me he sorprendido gratamente de lo capaz que he sido de no transmitir esos sentimientos a Darío. De hecho, ha sido él con su sonrisa, sus conversaciones, sus conclusiones sobre el mundo, uno de los grandes facilitadores de mi recuperación.

Darío sigue estando ahí, recordándome que aun cuando el mundo se vea oscuro, tengo suficientes razones para sentirme feliz. Y, más aún, agradecido de lo que me he decidido vivir. Ni hablar de la Andrea, con quien el lazo es todavía más antiguo y cada vez más hermoso, por los cambios y experiencias que nos han regalado los años queriéndonos.

Leo mis palabras hasta acá y reconozco una claridad que, por supuesto, no era tal en los momentos más duros. Así mismo pasa al lado de nosotros, cuando no sabemos cómo levantar a aquellos que vemos sufrir por alguna razón. Qué difícil resulta encontrar las palabras adecuadas para aliviar una pena, más todavía cuando entendemos las razones y nos identificamos con ellas. Qué difícil resulta ponerse en la piel de los demás, cuando estamos pasando por un momento muy diferente.


Estos días hay personas que me han obsequiado palabras de aliento, de cariño, de compasión, de alivio. También silencio, porque siempre es necesario contar con él, cuando nos toca pensar respecto de lo que nos pasa. Todo ha sido bien recibido, porque más allá de las intenciones de quienes me rodean, mi actitud ha sido abierta y sensible. Desde mi dolor, decidí recibir todo lo que viniese mirando con la esperanza a tope. Pensando cada día en la misma frecuencia que el presidente Mujica, de Uruguay, cuando dijo tan sencillamente: “Siempre que llovió, paró”. Por acá estoy, secando cada cierto rato los rincones que todavía están húmedos, pero consciente de que el cielo seguirá cambiando.

domingo, 23 de febrero de 2014

Setenta: El Árbol de la Vida

Hace una hora he regresado de un viaje de algunos días al sur de Chile. Lo disfrutamos mucho, especialmente porque pudimos compartir con parte importante de la familia y, más aún, con dos personas en particular: los bisabuelos vivos de Darío.

Un verdadero regalo ha sido permitir que quienes hicieron posible nuestra existencia puedan disfrutar de este encuentro la mayor cantidad de veces posible. Aunque, claramente, ya no sea en las condiciones generales que a todos nos hubiese gustado.

Los años no pasan en vano y mi abuela materna, de 93, y mi abuelo paterno, de 87, están en las postrimerías de su recorrido por este mundo. Por más que me duela escribirlo. Por más que mis ojos se vuelvan vidriosos cada vez que lo recuerdo.
Es natural que no estén bien de salud. Es natural que a veces me reconozcan y otras no. Es natural, también, que deba hablarles muy cerca del oído para que puedan entenderme.

Mi trabajo -como siempre que me relaciono con gente mayor- ha sido estar a la altura. Con cariño y mucho corazón, estoy estrujando estos últimos años de vínculo físico, para que el recuerdo se sienta vivo, que perdure, no solo en mí, sino también en mi mujer y mi hijo. Para devolver todo eso que hicieron por mí, a través de su trascendencia.
¿Si estoy preparado para su partida? En ningún caso. ¿Si lo estaré? Definitivamente, no. Tengo claro lo que viene, sin duda, pero muy distinto es proyectar mi reacción, mi emoción, sobre un hecho que he deseado postergar durante toda mi vida. Nadie quiere pasar por el trance de la pérdida de un ser querido, por más que comprendamos que nuestros abuelos serán los primeros en partir.

Me despedí de ellos con el dolor intrínseco del desconocimiento sobre lo que vendrá. ¿Volveré a verlos? ¿Tendré la felicidad de estar sentado a la mesa con ellos, tal como fue en estos últimos días? La angustia me dejó con la garganta y el corazón apretado, mientras conducía por la autopista para volver a mi propia rutina, en mi ciudad, con mi circunstancia...y mi propio camino hacia donde ellos están hoy (hasta el médico que hoy vio a mi abuela nos repitió: "todos vamos hacia allá...").
Qué complejo resulta aceptar que otros ya no puedan estar, ni ser, lo que fueron en un momento. Y qué incertidumbre pensar en el futuro próximo, cuando seamos nosotros -nuestra generación- los protagonistas de las decisiones respecto de nuestros padres, si es que ellos no pueden hacerlo por sus propios medios...Tal como hoy, solo pido lograr estar a la altura.

viernes, 31 de enero de 2014

Sesenta y Nueve: Fin de Ciclo

Esta mañana fuimos a dejar a nuestro hijo por última vez a su Jardín desde hace dos años. En marzo comenzará una nueva aventura, en una escuela, con otros desafíos, otras ilusiones, pero probablemente, la misma fuerza infantil que muchas veces nos asombra, por inagotable.

Le dijimos que había que despedirse, decir gracias a los amigos y a las tías. Por supuesto, aún no dimensiona la magnitud de esta partida y del cambio en sí mismo, pero quizá sea mejor. Para él es natural este paso y está entusiasmado con la idea de un colegio que tiene una cancha de fútbol, una sala de música, juegos infantiles…

Para nosotros, un cerro de melancolía. Preparamos este momento, de alguna manera, comprando algunos obsequios para las “tías”, que entregamos al comienzo del día. También un mensaje por correo electrónico, dando las gracias por esta etapa que dejamos atrás.

En las salas de su Jardín, Darío vivió parte importante de su niñez como creemos debe ser: jugando, compartiendo, siendo feliz...ese sencillo, pero a veces complejo objetivo, que le recordamos cada mañana al despedirnos.

En tiempos en que la sociedad corre veloz, queriendo que los niños vayan al mismo ritmo, su Jardín fue un oasis para quienes entendemos el crecer como un descubrimiento natural, como un pausado encuentro con lo que nos rodea.

Hoy dimos las gracias por los cariños, por la preocupación, por los besos, los consuelos...por despertar en los niños la ilusión y el deseo por el conocimiento, como una puerta para sentirse mejores...pero no en comparación con los demás, sino con ellos mismos.

Dimos gracias por el énfasis en entregar "competencias" a los niños, en vez de "información". Hoy Darío, más que "saber", "sabe hacer"...y sus manos siempre están ansiosas por transformar el mundo, tal como también esperamos esté su corazón.


Nos da pena, porque como dice una canción: “no podemos detener el tiempo, que se escapa entre nuestros dedos frágiles”. Los niños crecen, aunque a veces tengamos la tentación de “congelarlos” en un momento de sus vidas. El crecimiento es inevitable y lo mejor es disfrutarlo…más allá de que luego de cerrar la puerta, nos subiéramos al auto con la garganta apretada y los ojos vidriosos…

viernes, 17 de enero de 2014

Sesenta y Ocho: Yo soy tu Amigo Fiel

Caminando a la parada del bus, el sábado pasado, pasamos por una casa relativamente conocida: “Ésta es la casa del Vallejos, papi”, me dijo Darío y agregó “él es mi amigo del Jardín”.

A partir de esa frase, cientos de imágenes y personas desfilaron por mi memoria. No se equivoca la gente que me describe como una persona de muchos amigos, siento que tengo muchos, de mundos diferentes, con sus particularidades…con historias más extensas algunos, otras más recientes.

A mi amigo más antiguo, Javier, lo conocí en kindergarden, cuando apenas teníamos 5 años. Increíble que hayan pasado treinta, y sigamos tan unidos como antes. De hecho, espero verlo mañana otra vez, a propósito de la invitación de otro gran camarada, con el que también nos une un antiguo vínculo.

“Es muy lindo tener amigos”, le dije a Darío. “Hay que cuidarlos mucho, porque ellos siempre están cuando uno los necesita”. Y me respondió con una de sus frases más recurrentes de estos días: “Sí, claro que sí, papá”.
Con el estilo de vida de estos tiempos, cuesta cada vez más mantener y enriquecer las relaciones de amistad.

Quizá si en eso nos han ayudado bastante las redes sociales, al mantenernos al tanto de lo que pasa con las personas que queremos. Gracias a eso, precisamente los reencuentros no parten desde cero, y podemos profundizar en aquellos aspectos más relevantes de lo que nos está pasando.

Claro, la tentación de descansar en lo superficial que leemos en los muros de Facebook o los posteos de Twitter es grande. Pero siempre está en nosotros la decisión de romper con la comodidad de una pantalla de computador, para cambiarla por lo fascinante de un abrazo, un apretón de manos, un café o una cerveza mirándonos a los ojos.

Los amigos tienen ese encanto del conocimiento mutuo, de la memoria común, de la evolución del lazo. Porque, hay que decirlo, mis amigos han cambiado mucho…tal como yo también lo he hecho ante su percepción.  Inevitable no juzgar sus decisiones –es tan humano hacerlo- y a veces compartir ese juicio con ellos. Otras, simplemente escuchar, para no romper con el ímpetu ajeno o exponernos a un conflicto innecesario, dado el respeto que nos tenemos.

Ante los amigos, esos de verdad, nos mostramos desnudos, despojados de superficialidades y máscaras temporales. Con la confianza y tranquilidad de que ellos siempre sabrán lo que nos pasa, aun cuando no tengamos ganas de hablar. O decidamos hablar de otra cosa, solo para evadir lo que nos atormenta.

También es un hecho ineludible que todos tengamos una categoría de “amigos perdidos”, por diferentes razones. Nuestras decisiones muchas veces separan los caminos que parecían estar tan unidos en cierto momento. También hay “incidentes” que generan alejamientos breves, temporales o definitivos.  Situaciones que solo el esfuerzo de uno de los dos lados logrará resolver.

Dice la canción principal de Toy Story: “yo soy tu amigo fiel, tienes problemas…yo también, no hay nada que no pueda hacer por ti y estando juntos, todo marcha bien, pues yo soy tu amigo fiel”. Y no puede ser más cierto desde mi propia experiencia, pues mis amigos son mi “campo de fuerza”, el espacio en el que me siento protegido, donde me doy cuenta de que eso que tanto me atormentaba, en realidad, puede resolverse.

No por nada, en esa gran trilogía de Pixar, la amistad de Woody y Buzz se sobrepone a la envidia (del vaquero por el juguete nuevo), la traición (producto de la envidia), la desilusión (del astronauta ante el derrumbe de su sueño espacial), el paso del tiempo (y el crecimiento de Andy), el peligro de uno de los dos (con el secuestro de Woody)…


Me da la impresión de que cuando dos almas deciden concientemente apoyarse, no hay poder (ajeno a ambas) que sea capaz de separarlas. La amistad tiene ese encanto, esa emoción de la entrega voluntaria y total a riesgo de salir herido, pero con la oportunidad de hacer historia, dentro de la propia historia.