jueves, 24 de febrero de 2011

Uno: Cambia, todo Cambia

Siempre supe que quería ser padre. Tiene que ver con esa vejez crónica que arrastro desde pequeño, y que ha ido creciendo con el tiempo, al punto de vestirme con corbata en un mundo de informalidad, o de poner la radio para escuchar noticias, en vez de música (cuando no pongo Radio Beethoven…).
Me costó ser papá, porque hoy no es fácil. Y no me refiero a cuestiones relacionadas con la fertilidad (tampoco fue fácil, pero ya se los contaré), sino con las circunstancias que hoy dan contexto a la existencia moderna. Suena rimbombante, pero se trata de una lista de “hechos” que reconocerán de inmediato, por formar parte de una cotidianeidad que ya no cuestionamos.
Mi mujer (no suelo utilizar “esposa”, porque suena como a “privación de libertad”) es profesional. Y de las buenas. Provenimos de formaciones diametralmente opuestas: ella de la ingeniería, yo del humanismo. Cabe destacar que ello ha colaborado enormemente con el equilibrio familiar interno (esto también es harina para otro momento), aunque también ha significado comprender y ceder en el terreno del desarrollo laboral.
No es tiempo de emitir juicios a este respecto. Es como la Globalización…te guste o no, estamos insertos en ella…La inserción de la mujer en el ámbito del trabajo es una realidad y los hombres debemos adaptarnos con buen éxito a ella…o  morir en el intento…
Claro, para la mayoría de mis congéneres hoy no es “tema”, porque tampoco lo es “tener hijos”. Y en ese sentido, se ha configurado un modelo de pareja joven que quiere desarrollarse laboralmente, estudiar, viajar, disfrutar y bueno, alguna vez…quizá, pensar en tener descendencia.
Mi problema, para ser padre, era doble: quería estar casado antes de intentarlo. Y ya sabemos que eso de intercambiar anillos y recitar los versos mágicos: “Sí, prometo”, está bastante pasado de moda. Y también está out para las mujeres, que ya no sueñan con ser dueñas de casa, llenar la casa de “cabros chicos” o cocinar algo especial para su marido.
De esta forma, me convertí obligada e inconscientemente en representante de un nuevo estereotipo masculino que algunos “teóricos” ya se han dado a la tarea de describir. Yo no le pondré un nombre (quizá uds. puedan, en la medida que me van conociendo). En mi historia, yo llevaba el traje de novio en la mochila; yo me paraba en los estantes de Niño & Ideas con una lágrima en la garganta; yo quería hacerme un examen de fertilidad, cuando habían pasado 12 meses de intentos vanos. ¿Raro? Y esto es solamente el comienzo....

(Será hasta el viernes 04.03.11...nos vemos)