lunes, 25 de febrero de 2013

Sesenta y Ocho: Lo Primero es Lo Primero

Siempre ha habido cosas, gestos y actitudes de mis padres que he asumido con normalidad, a pesar de que involucran una dosis importante de sacrificio por parte de ellos. Por más de treinta años, me han demostrado sistemáticamente, que no tienen problemas para ponerse en segundo plano, con tal de verme feliz.

Es increíble que, a estas alturas de mi vida, mi viejo siga preocupado de escoger para mí el mejor trozo de carne de la mesa; que mi madre mantenga una preocupación permanente por la renovación de mi armario…o que me pida cada vez que hablamos, que coma bien y que no deje de almorzar…

Ser padre hace que decidamos en relación a premisas diferentes de las que nos habían guiado durante años. De forma automática, perdemos el manifiesto egocentrismo de la juventud y damos un salto –estemos preparados o no- hacia una nueva etapa, en que parece que la felicidad no tuviese que ver con la satisfacción personal.

Hoy, por ejemplo, vale más para mí una sonrisa, o el rostro de sorpresa de Darío, que las cosas que tuve que hacer –o dejar de hacer- para conseguirlas. Apuesto cada día por lograr construir momentos inolvidables en su infancia cada vez más consciente, de manera que se conviertan en los mejores recuerdos, el día que sea un adulto.

¿Es posible que esa búsqueda se convierta en algo perverso, al punto de cancelar nuestras propias proyecciones de realización? Es probable, por cierto, y conozco de cerca algunos casos en los que ha ocurrido. Lo más complejo de esta situación es hacerse consciente de lo que ocurre, en momentos en que te encuentras en una espiral que cuenta con su propia explicación.

El equilibrio, como en todos los aspectos de la vida, acá también es el eje sobre el cual poder sostener esta relación. En la práctica, ya no seremos tan importantes como nuestros hijos. Sin embargo, mientras dejamos todo por ayudarles en su búsqueda de la felicidad, seguimos manteniendo nuestros propios sueños; recuperando nuestros propios recuerdos; imaginando nuestro propio devenir…