lunes, 23 de febrero de 2015

Ochenta y Dos: Las Casualidades No Existen

Varias personas se han sorprendido de que Darío, a sus 5 años, sepa leer tan bien. Y que incluso, escriba con escasas dificultades, la palabra que uno le pida.  Lo hace con mucho interés y dedicación, demostrando una preocupación permanente por hacerlo bien. Y por aprender más.

Hace unos días mi padre le contaba de esto a alguien más, con entendible orgullo, pero con una explicación que me dejó perplejo: “Mi nieto aprendió solo a leer, sin que nadie le dijera nada”.

Me vi en la obligación de interrumpirle y aclararle que este aprendizaje en ningún caso fue espontáneo, que no fue fruto del azar o de una “condición genética” particular.  Fue consecuencia de un trabajo sistemático, consciente y didáctico.

Con la Andrea nos preocupamos de estimular a Darío desde el primer día que supimos que iba a llegar. Generamos a su alrededor, un mundo en que pasaban –y siguen pasando- muchas cosas, de manera que pudiese conocerlas, enfrentarlas y disfrutarlas.

Hubo música y lectura desde que estaba flotando en líquido amniótico; hubo videos y juegos después, que fueron abriendo y haciendo crecer su percepción sobre el lenguaje de manera exponencial.

Podría mencionar en detalle el “plan” completo, pero temo aburrirles un poco. Pero, para que no sientan que se trata de tácticas muy rebuscadas, mencionar algunas ideas: una pizarra para tiza, que pintamos en una de las murallas de su habitación; múltiples juegos de madera, orientados al calce de figuras y el abecedario…y una de mis favoritas, “post its” pegados por toda la casa, con el nombre que tienen las cosas, para que los objetos fuesen también palabras en su cabeza…

Todo el proceso, por cierto, fue vivido de manera natural y armónica, sin presión alguna por parte nuestra, compartiendo y disfrutando del aprender juntos, de la motivación por conocer más y más.

Desde hace tres años, no hay noche sin cuento. Y si antes leíamos nosotros, ahora es Darío quien nos deleita con sus historias, escogidas de manera libre y voluntaria desde la biblioteca que generamos para él en un lugar especial de la casa.

De los libros con música, ruidos y figuras desplegables, hemos pasado a los cómics de Batman, con todas las complejidades de sus aventuras y la oportunidad que nos presentan de profundizar ahora en conceptos algo más difíciles de explicar. Y hemos generado en nuestro hijo la ansiedad por leer, al punto de que durante el día lo hemos sorprendido terminando el episodio de la noche anterior…

Fórmulas para conseguir aprendizajes hay muchas. Lo que no existe es la “generación espontánea”…pues incluso el talento (el cual reconozco) debe trabajarse en base a entrenamiento, esfuerzo y lo más importante: ganas.


Cada niña/o es un frasco repleto de energía capaz de lograr lo que se proponga. Condicionar ese potencial con nuestros prejuicios de adultos, es uno de los mayores peligros a los que estamos expuestos. No hay “niños buenos para las matemáticas” o “niños malos para el fútbol”…hay posibilidades…casi infinitas…y no se desarrollarán sin el entorno adecuado. Porque las casualidades, no existen.