miércoles, 18 de enero de 2017

Noventa y Cuatro: ¿Mejores Personas o Mejores Puntajes?

Cada “Prueba de Selección a la Universidad”, implica la reactivación en Chile de un debate camino a ser permanente, respecto a la calidad de la educación que se está entregando a los niños en las escuelas de nuestro país. Y es que un grueso de la población –incluyendo a varios declarados expertos- asume que los resultados obtenidos en dicho examen hablan exactamente sobre dicha “calidad”, aunque en la práctica, la relación entre ambos esté lejos de ser directa.

¿Es el colegio con mejor promedio en una prueba de selección, el “mejor colegio”? Pues, claramente, no. Ese juicio depende, necesariamente, de aquello que como observadores estemos considerando para el análisis.
Si nos preocupa primordialmente el futuro ingreso de nuestros hijos a la universidad, muy lógicamente nos interesará saber cómo le ha ido durante los últimos años en ese ámbito  al colegio que estamos eligiendo. La pregunta que no nos estamos haciendo durante ese proceso -consciente o inconscientemente- es si el acceso a la educación superior es lo "único" que nos interesa.

¿Es tan trascendental el asegurar el acceso a la universidad, como para perder de vista todo aquello que conlleva la educación de nuestros hijos?  En 12 años de asistir regularmente a la escuela, tenemos miles de oportunidades para:

- Abordar nuestro comportamiento ético.
- Perfeccionar la manera en que nos relacionamos con los demás.
- Desarrollar nuestra capacidad para resolver inconvenientes (me niego a usar la palabra "problema" a priori).
- Aprender a "inventar" y volvernos voluntariamente creativos.
- Conocer nuestro contexto socio cultural y describirlo de manera crítica y propositiva.
- Etc, etc, etc

En 12 años de escolaridad, ¡nos vamos volviendo PERSONAS! Y si dedicamos el tiempo y la actitud necesarios, es muy probable que integremos algún día ese grupo que llamamos BUENAS PERSONAS, a quienes todavía reconocemos en nuestro diario vivir, como individuos valorables y dignos de nuestra amistad, aun cuando no se los digamos todo el tiempo.

¿De verdad será tan bueno reducir esos 12 maravillosos años de descubrimiento, al resultado promedio de una Prueba de Selección? ¿En qué momento perdimos de vista todo aquello que no es un número, pero aportó a lo que somos?

Incluso concediendo esa máxima del "si no se puede medir, no se puede mejorar", habría posibilidades de medir, cualitativamente, todo aquello que señalo más arriba. El SIMCE lo hace de manera superficial, pero no hay padres que pregunten por ello, en la práctica...

Personalmente, creo que diversos factores (que ya profundizaré en otra columna), nos han llevado a poner la carreta delante de los bueyes; a considerar un puntaje como un objetivo intransable y a reducir con ello, las posibilidades de crecimiento emocional de nuestros hijos. ¿En qué momento cambiaremos ese rumbo? Por el momento, mi esperanza está en abrir el debate.