Puede que no compartan esta visión conmigo, pero me da la
impresión de que –casi como una tendencia histórica- los hombres no hablamos tanto
de lo que nos pasa con los hijos, como sí lo hacen las mujeres.
Y no tiene que ver con el rol secundario (o bajo perfil) que
asumimos durante el proceso de embarazo y crianza temprana. Ese papel que –pienso-
debemos asumir con orgullo y pasión, sin perder de vista que una madre (por
razones biológicas) siempre será el centro.
Desde mi punto de vista, este “Silencio de Hombre”, tiene
que ver con nuestra masculinidad y los paradigmas que hemos albergado en ella
desde pequeños. Con eso de no mostrar demasiado de lo que sentimos; de
permanecer siempre estoicos; de cuidar nuestro territorio de “machos puros”.
También hay algo de temor a lo desconocido. Y es que
nuestros padres, pertenecientes a otra generación (el mío cumplirá 66 este
año), jamás nos hablaron desde la emoción, sobre lo que significaba el espacio
que habían abierto en sus corazones desde nuestra presencia.
Este blog, y su libro derivado, surgieron desde la energía
incontenible de la paternidad, y la inexistencia de filtros que me impidieran
compartir lo vivido con la parte del mundo que quisiera escucharme. No quería
escribir manuales que recopilaran “tips” en el cuidado de un bebé, sino
escribir desde la experiencia. La pura y simple primera experiencia con un mundo
del que no tenía más que referencias.
Hasta acá, creo que ha funcionado bien…por lo menos,
historias no han faltado. Alguien me preguntó, cuando el blog recién tenía un
mes, si había material suficiente para mantenerlo….Recuerdo que le dije: “Después
de ser padres, ya no dejamos de serlo”. Y como dicen: “Hijos pequeños,
problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”…
El refrán es una caricatura, por cierto. En la práctica,
cada nuevo desafío se asemeja mucho a un Everest o un Ojos del Salado…porque la
solución surge desde contextos diferentes, desde estadios de aprendizaje que no
son estáticos.
No me cabe duda que cada vez hay menos “Silencios de Hombre”.
Y pienso que es bueno que así sea. Si en algo he aportado estos años, a ese
lento cambio, genial.
Creo que para ser papá, definitiva y literalmente, hacen
falta “huevos”.
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