viernes, 27 de mayo de 2011

Catorce: Team Building

Trabajo en Recursos Humanos –o en “Personas”, como le llaman ahora algunos vanguardistas- y es evidente que ello ha influido en mi manera de enfrentar las cosas. Bombardeado de conceptos, teorías, capacitaciones, talleres y unos cuantos etcéteras, se vuelve inevitable llevar algo de esas estructuras al plano personal (independiente de si adhiero o no a ellas).

¿Se puede hablar de la familia como hablamos de una organización? Bueno, ¿por qué no? La componen personas y, en ese sentido, son tan dinámicas como una empresa. Sus integrantes asumen roles, existen procesos definidos y consensuados y, por supuesto, una “mini cultura”.

Y ya que la “definición de familia” está tan en boga en Chile, le dedicaré algunas líneas. Para mí, su evolución es un hecho de la causa; puede gustarte o no, pero el formato tradicional cambió y, seguramente, volverá a hacerlo muchas veces más. En ese sentido, la nueva y múltiple versión de familia es muy parecida a la Globalización: no podemos decidir si debe existir o no. Ya está funcionando.

Familia, uno de los emprendimientos más antiguos de la historia, es más que una imagen en la vitrina de una tienda de fotografía. Es un esfuerzo por construir sueños, que hoy son impulsados por personas en solitario (en búsqueda o con “amor puertas afuera”), por parejas heterosexuales y homosexuales o personas cuyo proyecto de vida en común no fue lo que esperaban y decidieron enfocarse 100% en los hijos.

Parte del buen éxito de este proyecto, tan humano, tan personal, pasa por las almas que luchan para hacerlo posible.  Y cómo, en un esfuerzo maravilloso, convierten sus respectivos intereses, en una fuerza nueva y potenciada que empuje sus intenciones hacia la satisfacción plena.

Ya les conté en la primera entrega de mi deseo antiguo por convertirme en padre. Lo hubiese sido apenas sentí que estaba enamorado de la Andrea, sin pensarlo demasiado. Sin embargo, fue ella la que siempre optó por planificar, por tomarnos las cosas con calma, por decidir de la manera más razonable.

Y, ¿qué puedo decir? Esa postergación tuvo consecuencias claramente favorables para nuestra organización-familia. Durante los años que no vivimos juntos, los desafíos eran bastante modestos, lo pasábamos bien y claro, de vez en cuando hablábamos del futuro, pero sin presiones.

Esos años, más el tiempo que compartimos un espacio físico, gastos, problemas (además de amor, claro), fueron vitales para convertirnos en más que dos personas que se quieren. Sin relator, o coach, nos convertimos en un “equipo”.

Vivimos, sin saberlo, una extensa experiencia de Team Building, que nos ha permitido enfrentar de buena manera los avatares de la llegada de un hijo, a través de una mejor comunicación, un compromiso con objetivos comunes y la asignación de roles dinámicos, que nos permiten asumir las responsabilidades que sean, cuando sean.

¿Y el amor? Evidentemente, no ha desaparecido. En base a las nuevas circunstancias, se ha reinventado, llenando los espacios que nos deja la nueva organización. Si me preguntan si es mejor o peor que antes, creo que es innecesario hacer la comparación. El amor está menos visible que antes, pero sigue siendo la razón por la que –aun cuando tratamos de racionalizar la mayoría de las decisiones- nuestro pequeño mundo, sigue girando.

viernes, 20 de mayo de 2011

Trece: Apología de la Paternidad

A dos años del nacimiento de Darío, son tantas las reflexiones y tantos los hechos que han revolucionado mi vida y la de Andrea que (ya se lo he comentado a mis cercanos) este blog tiene para un rato largo.

Mis impresiones tendrán altos y bajos (ustedes considerarán que algunas veces estoy más asertivo que otras). Pero es así como está desarrollándose nuestra vida: de manera fluctuante y en base a mucho de intuición.

No es una queja, sino dar cuenta de una circunstancia. Con la Andrea estamos exhaustos. Y es un cansancio que se vuelve, de cierta manera, crónico. Y podemos soportarlo, pues nos volvemos algo indiferentes a su influencia, en virtud de los extraordinarios momentos vividos con Darío, en una época de su vida que deja puros recuerdos “tipo Kodak”.

“Apología de la Paternidad”, se llama esta entrega y es algo raro el título, pues lo que relato no es esencialmente motivador, para quien recién comienza a pensar en traer a alguien al mundo.

Ser padre (o madre), primordialmente, es una cuestión de entrega. Pero, que se entienda muy bien: esto no quiere decir que quienes optan por no dar el paso sean seres egoístas o hedonistas. Simplemente, estoy caracterizando los esfuerzos que ha requerido esta experiencia para Andrea y para mí.

Entrega, pues como suele decir mi mujer: “La primera prioridad es Darío; la segunda, Darío…y ¿adivina cuál es la tercera?”. Prioridad de transporte, prioridad de tiempo, prioridad de dedicación, así estamos armando la vida en torno a él, no porque seamos obsesivos ni mucho menos, sino porque la edad que tiene lo requiere. Y, porque esperamos que el abanico de posibilidades de elección que tenga (gustos, conocimiento, valores) sea el más amplio posible.

Para el caso, entrega se vuelve sinónimo de renuncia, de postergar muchas cosas de la vida personal (individual y de pareja) en pos del beneficio de Darío. Para decirlo en otros términos, el sueño que representaba él para nosotros (y por el cual estuvimos dispuestos a avanzar), se devoró gran parte del resto de los planes. Al menos, por el momento.

¿Vale la pena? Mi visión, por cierto, es completamente subjetiva (¿qué esperaban?, esto es un blog…) y concluyente: claro que vale la pena. Y las razones que sustentan esa afirmación, en mi caso, dicen relación con lo que entendemos puramente como amor.

Decía Proust que “solo amamos lo que no poseemos completamente”. Y la frase respalda el vínculo que he establecido con la Andrea y con Darío. Amor, a mis ojos, es un camino por recorrer; uno que nunca llega a su fin, pues nunca se completa y es como esos viejos relatos que impulsaban a la humanidad hacia el cambio de paradigmas.

Bajo esa premisa, amar es una chispa permanente, además de una razón fundacional para mi antiguo deseo de convertirme en padre. Cuando Proust utiliza el verbo “poseer”, lo que hace es materializar esa tan humana ambición por rodearnos de estímulos que nada tienen que ver con lo tangible y que cada amanecer nos hacen recordar la delicia de estar vivos. Aun cuando aquello ni siquiera depende un 100% de nosotros.

domingo, 15 de mayo de 2011

Doce: El Segundo

¿Quién sabe cuándo es tiempo de tener otro hijo? Es de esas preguntas un poco retóricas, que sirven de inicio a conversaciones que suelen ser entretenidas, pero poco fructíferas.

El momento oportuno es exclusivo y perteneciente a cada pareja. Para algunos, el segundo hijo es consecuencia de alguna distracción; para otros, es concretar la periodicidad planificada desde el matrimonio. Las opciones son infinitas.

En lo que reconozco un acuerdo casi unánime, es en la inconveniencia de tener un solo retoño. La vieja y conocida historia del "hijo único", al parecer, no posee apoyo masivo y las pocas (comparadas con el pasado) parejas que hoy se embarcan en un embarazo, terminan necesariamente pensando en el segundo.

No hay primera, sin segunda. Y si bien, ahora no existen las "presiones" de antaño para que los jóvenes sean padres, sí las hay para que no dejen sin hermanos al primogénito.

De esta forma, cuando todavía el aprendizaje paternal no esta ni cerca de finalizar, comienzan a concretarse las conversaciones internas destinadas a definir...¿cuándo haremos el siguiente (para mi mujer...¡el último!)?

Que es bueno que se crien juntos...que es mejor que uno salga de la universidad para que entre el otro...son tantas las alternativas, como las posibilidades de tener buen éxito con la decisión.

Si tiene hermana/o, estimado lector, tendrá una visión especialmente informada a este respecto. Y, mejor aún, a partir de la experiencia.

Comenzamos mirando con recelo a los hermanos; peleamos con ellos; competimos y marcamos diferencias para luego, más allá de los 30, darnos cuenta de que son parte del grupo de personas que mejor nos conoce y que estan ahí, independiente de lo que pase.

Así son nuestros hermanos. Constantes y fieles, comparten un espacio temporal y físico con nosotros, brindándonos companía en un camino en que -igual que ellos- no tenemos mapa. Y a veces, tampoco un destino claro.

Como toda la familia, a los hermanos no los elegimos, y a veces no actúan como esperaríamos que lo hicieran. ¡Ésa es la gracia! No somos ellos, ni debemos reflejarnos en sus logros y sueños. Simplemente, nuestras vidas están ligadas, para siempre, debido a las decisiones que -en algún lugar de la línea de tiempo de su historia conjunta- tomaron nuestros padres. Claro, con la idea de llenar de afecto la mayor cantidad de espacios vacíos y, por supuesto, para nunca jamás, estuviésemos solos.

viernes, 6 de mayo de 2011

Once: Hasta aquí vamos bien...

Hoy, y en mi presencia, mi madre elogió mi manera de ejercer la paternidad. Las palabras exactas fueron: "Felipe es muy preocupado. Es un súper buen papá".La verdad,  no lo esperaba. Y no tenía idea de la opinión que ella tenía sobre mi desempeño. Esto, sumado a la natural satisfacción que produce una alabanza en nuestro ego, convirtieron este día en algo muy especial. Mucho más que otros particularmente destacados de mi bitácora.


Más que un diploma que certifica conocimiento; más que un aumento de sueldo; mejor que el premio de un bingo...Así me confortaron las palabras de mi madre, cuya experiencia en puericultura la vuelve voz autorizada para mí.

Su comentario fue una generalidad, es cierto. Pero, para el caso, es aún mas valioso: quizá haya detalles negativos, pero la sensación completa es que lo estoy haciendo "medianamiente" bien.

Pero,¿qué significa eso? Claramente, ser un buen padre, en términos conceptuales, tiene tantas lecturas como personas que pueden hacerla.

Se parece a esas ideas, con aroma a utopía, del estilo "ser feliz" o "encontrar el verdadero amor". Deseos que cada día se vuelven fuerza y motivación para emprender búsquedas que son interminables.

Cuando comencé a recorrer mi propio camino de padre, tenía claro el objetivo general, pero no dimensionaba la eterna secuencia de decisiones que, a cada minuto, iban a requerir de mi criterio.

Como padre, no hay tiempo que perder. Y cada segundo es una oportunidad para enmendar o inventar nuevos "métodos" para la crianza. Recomendaciones, consejos y libros, hay muchísimos, pero finalmente, todos estamos escribiendo un manual propio, del que recogemos muchas de las respuestas que necesitaremos al futuro.

Hacia afuera, "ser un buen padre" es solo una sensación. Probablemente, muy guiada por lo que proyectamos quienes estamos inmersos en la experiencia. Si andamos contentos, cansados...si relatamos lo que nos pasa, o nos volvemos introspectivos.

Por lo mismo, valoro el juicio de mi madre en su justa medida. No es definitivo, pero sí alentador. Me surge espontánea la curiosidad por conocer ahora el de mi familia o amigos y, más importante todavía: el de mi mujer que -en base a la limitada información con la que contaba en su momento- me escogió como copiloto para emprender el más trascendental de los viajes.