lunes, 11 de noviembre de 2013

Setenta y Cuatro: Tiempo al Tiempo

“¿Qué día es hoy?” me dice Darío, al despertar y, acto seguido, me pregunta “¿Tenemos que ir al jardín?”. Su relación con el tiempo es todavía precaria, pues solamente distingue el día de la noche (y solo porque cuando oscurece llega el tiempo de ponerse el pijama).

Sé que hay niños que a su edad ya reconocen relojes y calendarios. No me preocupa mayormente…Darío conoce los nombres de los meses y los días de la semana…simplemente, no le hemos enseñado a ubicarse temporalmente.

Para él son todavía difusos el hoy, el mañana, el ayer…y personalmente, me encantaría alargar ese desconocimiento lo más posible. ¿Por qué? Simplemente porque tiene años por delante durante los cuales el tiempo será una suerte de “calabozo obligatorio”, que no nos priva de libertades, salvo que dejemos que ocurra. ¿Me explico?

Muchas veces he pensado en lo maravilloso de “dejarse llevar”, como hacen los niños, proyectando sus sueños solamente en esencia, sin plazos, ni límites. Y cómo a nosotros los adultos, el tiempo nos tortura sin querer, cuando no alcanzamos a hacer todo eso que teníamos presupuestado concretar.

La Andrea ya no quiere mantener a Darío en esta situación. Dice que la falta de certezas en el tiempo, le va generando ansiedad. Y puede que tenga razón, aunque yo diría que ocurre solamente en aquellas cosas que el quiere realizar lo antes posible: ir a visitar a los tatas; ir al cine; que venga a verlo su tía Macarena…

Cuando le “adelantamos” situaciones que sabemos lo harán feliz en extremo, tenemos cuidado de acotar lo máximo posible las condiciones en que ello se dará, de manera de no generar expectativas desmedidas en su infinita imaginación. Aun así, si le digo que mañana iremos a ver una película, me contesta, cambiando el tono: “Ya pasó el mañana, ya pasaron los minutos…”


Probablemente, soy yo quien debo asumir que se termina una época y que debo ceder para generar un Darío más consciente del tiempo. Estoy dispuesto a hacerlo, con la satisfacción de haber regalado a nuestro hijo unos años inolvidables, en los que solo importó lo que pasaba y él podía percibir. Años en los que cinco minutos, eran lo mismo que 5 semanas…porque solo importaba el AHORA...