martes, 7 de marzo de 2023

Ciento Veintinueve: ¿Para qué estudiar?


Cada temporada estudiantil trae consigo el desafío de volver a motivar la conexión de nuestros hijos e hijas con contenidos, cuadernos y trabajos. Las vacaciones, más encima, aportan con una distancia –necesaria y saludable- que hay que resolver de la manera más gradual posible.

Dicen que con los años lo de “crear ganas de estudiar” se ha puesto más complejo aún, por la cantidad de tiktokers y youtubers que ganan millonadas simplemente por transmitir contenido por sus redes. Claro, desde la lógica infantil y/o juvenil, resulta fácil argumentar algo como: “Para qué estudiar, si por Internet se puede ganar mucha plata”.

Ante este escenario desafiante, lo primero como mamá o papá, es contrapreguntar: “¿Estudiamos para ganar dinero?”. La respuesta más sencilla es que sí que, en lo más concreto, nuestra responsabilidad y constancia estudiando nos llevarán de una u otra manera a contar con herramientas para ganarnos la vida en un mercado laboral siempre cambiante.

Lo que sigue es buscar la respuesta más profunda: ¿Estudiamos sólo para ganar dinero? Y ojalá naturalmente pueda aparecer una conversación sobre lo que significan el saber y el conocimiento, para nuestra autorrealización. ¿De qué manera el aprendizaje permanente nos vuelve mejores personas? ¿Cómo el estudio nos permite dejar este mundo mejor que cuando lo encontramos?

Estudiar trasciende. Deja huellas en el mundo y en las demás personas. En etapa de cuestionamiento infanto-juvenil debemos ser capaces de transmitirles ese mensaje, inspirando desde las posibilidades que se encuentran justo enfrente de ellos/as, las cuales son infinitas. Y dependen, en gran medida, de la idea que cada uno/a tiene acerca del futuro.

miércoles, 4 de enero de 2023

Ciento Veintiocho: Quedarnos con lo Bueno


Es época de cierres y evaluaciones para niñas y niños, por lo que resulta importante recordar que la medida de esa apreciación no es única. No puede ser única, porque cada espíritu es diferente; porque cada quien enfrenta metas relacionadas con su capacidad; con sus posibles dificultades; con los contextos en que se desenvuelve.

Idealmente, así debería ser. Aunque sabemos que, en la práctica, las calificaciones generan ciertas dinámicas que pueden llegar a agotar a nuestros/as hijos/as. La presión y exigencia desmedidas van desgastando, más todavía cuando al mismo tiempo, desaparece el reconocimiento.

“Quedarse con lo bueno” es ser justos en el análisis; sinceros en identificar las brechas y los avances. Acogedores para valorar los logros, identificando todos los que sean posibles. Son esos pasos hacia adelante los que van motivando y generando condiciones para seguir creciendo.

¿Y los fracasos? Ideal comenzar a llamarlos de otra forma. “Lecciones”, “aprendizajes”, “oportunidades”, dando a entender que también existen y que nunca son definitivos. Que siempre hay una chance para hacerlo de nuevo y con una estrategia diferente. Porque, así como equivocarse es parte de la vida, también lo es la opción de levantarse.

¿Aprendiste algo nuevo? ¿Leíste mucho más que el año pasado? ¿Te relacionaste con amigos y amigas que te hicieron sentir bien? ¿Conocimos cosas nuevas en familia? Tanto a favor, mientras experimentamos la alegría de vivir. Sólo hace falta abrir bien los ojos, para verlo.


miércoles, 24 de agosto de 2022

Ciento Veintisiete: Sobre el Lenguaje que Usamos

Yo cuido mucho mi lenguaje. Incluso en contextos más laxos como el estadio de fútbol. O manejando el auto.

Hasta si estoy solo, he aprendido a administrar el uso de palabrotas, para que no me ocurra un exabrupto de manera inesperada. 

No quiero que los niños normalicen un uso indiscriminado de las groserías. Con el mayor, de 13, ya conversamos sobre ciertos espacios donde sí puede haber cierto relajo (ni me imagino cómo se garabatean entre pares a esa edad 😳😳). Aunque me deja tranquilo el hecho de que comprende y aplica criterio sobre otro tipo de conversaciones.

¿Tratarlos a ellos a garabato limpio? Lo he visto en la calle y me duele en el alma, porque acá ni se nos pasaría por la cabeza. La grosería como método "disciplinario" humilla, denigra y genera un recuerdo horrible que ensucia la infancia completa.

¿Trato amistoso con
garabatos, especialmente con hijos varones y no con las hijas? Lo sigo viendo, seguro ustedes también en su entorno. ¿Patriarcado y machismo otra vez? En efecto, pero "suavizado" por esa suerte de autoconvencimiento de que se trata de una diferencia "natural" de género (de la cual proviene eso de que las mujeres no pueden decir malas palabras). Y claro, de que a los niños varones "les hace sentir más grandes y más hombres" que se les trate como pares, con garabatos.

No son nuestros pares, son nuestros hijos. 

#papaenrodaje #crianza #paternidad #maternidad