Este año ha sido de tragedias en Chile. Un terremoto en
Iquique y un incendio en Valparaíso, nos han recordado de forma muy elocuente,
la fragilidad de mucho de lo que nos rodea. Y mucho de lo que damos por seguro,
desde la comodidad de nuestra cama o sillón.
Como creo firmemente en la posibilidad de hacer una
lectura positiva de cualquier cosa, por trágica que sea, me gustaría decir:
¿Qué mejor oportunidad de recordar que no estamos solos, que al lado de
nuestras preocupaciones muchas veces superficiales, hay personas que lo están
pasando mal?
Para mí, en particular, se trata de devolver mucho de la
felicidad obtenida hasta acá. Y, por cierto, de mantener una conciencia
permanente respecto de lo que ocurre a nuestro alrededor, una que nos permita ir
moldeando una felicidad propia que sea completa.
Con Darío vimos imágenes de dolor en televisión. Gente
que lo había perdido todo…años de esfuerzo para levantar sus casas y pertenencias,
que se fueron junto al sismo o el fuego. Muy interesado, comenzó a hacerme preguntas:
¿Qué les pasó? ¿Por qué están tristes? La Andrea, desde la otra pieza, me dijo
en un momento: “Que no vea más eso…”.
Tras explicarle a mi hijo lo que pasaba en los lugares
que aparecían en pantalla, le propuse que fuéramos al supermercado para
preparar una caja de ayuda para Valparaíso, a lo que respondió: “Muy bien,
papá, no quiero que las gentes estén
tristes. Todos tenemos que estar felices”.
Juntos, armamos un par de cajas con un poco de todo.
Pero, especialmente, con harto, harto, cariño. Invitamos a mamá para que nos
acompañara y los tres fuimos en el auto a entregar nuestro aporte a un Centro
de Recepción de la ayuda. ¡Nos sentimos enormes, gigantes! Y nos tomamos
algunas fotos, para compartir y contagiar por Twitter y Facebook nuestro entusiasmo.
Para motivar a otros a moverse por una causa que creemos, vale la pena. Y la
alegría.
Al día siguiente hicimos uno de nuestros tradicionales
recorridos en bus por Santiago (una de las cosas que hace más feliz a mi hijo).
Había poca gente, por ser domingo…En el asiento de al lado, una chica lloraba
amargamente, con los audífonos puestos. ¿Vendría saliendo de una ruptura
sentimental? ¿Habrá perdido algún ser querido? Son tantas las razones por las
que podemos sentir dolor…
Me puse a pensar y pensar de qué manera podríamos hacer
algo por ella y finalmente, se me ocurrió buscar en la mágica mochila de Darío
una caja con pañuelos desechables.
-
“Sabes, le ofreceré uno a esa chiquilla,
porque tiene pena”
-
Buena idea, papi…ella está muy triste y tiene
que estar feliz…
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