miércoles, 30 de noviembre de 2016

Noventa y Tres: Tecno-Niños

Hace unos días leí en Twitter a una madre quejándose porque a su hijo de 6 años, en primero básico, le habían pedido hacer una presentación en Power Point. Ella consideraba esto como algo inconcebible, por no estar acorde a su edad, ni al nivel de los aprendizajes que están adquiriendo.

¿De verdad no están capacitados ni preparados para comunicarse a través de una herramienta tecnológica sencilla, de uso generalizado en el mundo actual, como Power Point?

Los niños de hoy son “nativos digitales”, según les han llamado los teóricos. Y es que desde que nacen, están expuestos a estímulos que nuestra generación no alcanzó a vivir (ni soñó experimentar, para ser bien francos), tales como la telefonía móvil, los computadores, las pantallas táctiles, Internet, por mencionar los más llamativos e impactantes en nuestra sociedad.

En la práctica, y bien concretamente, la mamá que reclamaba por una tarea con Power Point, quiso decirnos que los niños de 6 años hoy pueden usar de manera experta celulares y consolas de juego, pero no están preparados para aprovechar un programa informático que complementa su aprendizaje escolar. ¿Paradoja inconsciente? ¿Conclusión parental absurda?

Puede que haya un poco de ambas. Y también algo de esa tendencia crecientemente asumida por los padres, respecto a cierta “sobre exigencia” de los profesores, sobre sus niños. En la conversación habitual de padres, se ha generalizado la sensación de que los pequeños están perdiendo “tiempos de juego”, aun cuando en realidad la mayoría de esos adultos no tienen una idea remota de cómo los niños administran hoy su día.

Créanme. Los niños de 6 –y de 4, si me apuran un poco- están perfectamente capacitados para hacer un Power Point. Y que yo sepa, nadie les está pidiendo que hagan un archivo al día, respecto a temas rebuscados y áridos. Entiendo que los educadores lo hacen de vez en cuando, como complemento a una exposición frente al curso, como el material de apoyo que para nosotros fueron alguna vez las láminas de Mundicrom o las transparencias escritas con lápiz permanente.

Un diario habló este año sobre “el empoderamiento de los padres” frente a las tareas para la casa. Ya he planteado anteriormente en este espacio que dicho “movimiento” y el concepto, en general,  es un carro algo ficticio, al que un número de padres se han subido, como una forma de reconectarse con la realidad de sus niños. Probablemente, porque la habían mirado desde lejos, durante demasiado tiempo.

Empoderarse, como padre, significa reconocer los elementos y variables que cumplen un rol dentro de la vida de nuestros hijos. Significa conocer a las personas que escogimos como sus educadores, entender sus metodologías, verificar los logros, apoyar en el aprendizaje a nuestros hijos. Empoderarse es precisamente todo lo contrario a embanderarse en torno a juicios colectivos bastante apresurados, como “eliminar las tareas” y resolver las cosas a través de la presión y la fuerza. Es un signo de los tiempos: cada vez nos cuesta más CONVERSAR.