viernes, 11 de julio de 2014

Setenta y Siete: Condicional

“Es que no puedo”, me dice Darío a veces, cuando me tiene cerca y cree que mi ayuda le servirá para conseguir más rápido su objetivo. En conversación con su profesora del prekinder, lo terminé de comprender, pues en ese contexto se comporta muy distinto: es autosuficiente, perseverante y tiene una alta tolerancia a la frustración.

Tiene lógica. Todos sacamos lo mejor de nosotros cuando verdaderamente lo necesitamos. En otras instancias preferimos descansar en nuestros apoyos emocionales, en nuestros afectos, y en la gente en que confiamos.

“Tú todo lo puedes”, le replico siempre y le recuerdo que “todo lo que quieras hacer, es posible”. Claro que cada vez que lo hago, pienso en cómo habría cambiado mi propia actitud, si en los momentos adecuados, me hubiesen repetido esa frase una y otra vez.

Si hay algo que perdemos con los años, no es la juventud, sino la capacidad de ver y analizar las cosas sin el filtro de los prejuicios. Aquello que definimos como límite alguna vez, lo sigue siendo por mucho tiempo…incluso, olvidamos las razones que nos llevaron a instalarlos como tal.

A los cinco años, tengo claro que Darío tiene marcados talentos. Algo que, en ningún caso, debe condicionar sus elecciones en lo sucesivo. Todavía puede ser futbolista, ingeniero, músico o médico, pues no existe una razón concreta que le impida emprender el esfuerzo que significa lograrlo.

Solíamos vivir en un mundo en que los adultos repetían constantemente frases radicales y taxativas con respecto a los niños: “lo que pasa es que es malo para los matemáticas”; “se parece a su madre, por eso nunca puede concentrarse”; “es igual al papá: no le gusta el deporte”…

Emprendí cosas tarde, lo que no significó que no obtuviera los resultados que buscaba. Aprendí a tocar guitarra a los 20 (como en el quinto intento) y a partir de eso, compuse canciones y tuve un grupo por 10 años…¿Por qué no sucedió antes? Porque probablemente, no puse todo el esfuerzo que requería. Más allá de eso, solo podría alegar por algunos detalles del contexto.

10, 20, 40 o 100 niños de 5 años, tienen hoy el mismo potencial. Las mismas posibilidades de llegar a ser lo que quieran ser. Para algunos, puede que sea más fácil, pues tendrán una cuota “adelantada” en su talento. Otros, podrán suplir ese hándicap poniendo constancia, tesón y profesionalismo…

Pero nadie, absolutamente nadie, tiene el derecho de decirles que no pueden…

viernes, 30 de mayo de 2014

Setenta y Cinco: Silencio de Hombre

Puede que no compartan esta visión conmigo, pero me da la impresión de que –casi como una tendencia histórica- los hombres no hablamos tanto de lo que nos pasa con los hijos, como sí lo hacen las mujeres.

Y no tiene que ver con el rol secundario (o bajo perfil) que asumimos durante el proceso de embarazo y crianza temprana. Ese papel que –pienso- debemos asumir con orgullo y pasión, sin perder de vista que una madre (por razones biológicas) siempre será el centro.

Desde mi punto de vista, este “Silencio de Hombre”, tiene que ver con nuestra masculinidad y los paradigmas que hemos albergado en ella desde pequeños. Con eso de no mostrar demasiado de lo que sentimos; de permanecer siempre estoicos; de cuidar nuestro territorio de “machos puros”.

También hay algo de temor a lo desconocido. Y es que nuestros padres, pertenecientes a otra generación (el mío cumplirá 66 este año), jamás nos hablaron desde la emoción, sobre lo que significaba el espacio que habían abierto en sus corazones desde nuestra presencia.

Este blog, y su libro derivado, surgieron desde la energía incontenible de la paternidad, y la inexistencia de filtros que me impidieran compartir lo vivido con la parte del mundo que quisiera escucharme. No quería escribir manuales que recopilaran “tips” en el cuidado de un bebé, sino escribir desde la experiencia. La pura y simple primera experiencia con un mundo del que no tenía más que referencias.

Hasta acá, creo que ha funcionado bien…por lo menos, historias no han faltado. Alguien me preguntó, cuando el blog recién tenía un mes, si había material suficiente para mantenerlo….Recuerdo que le dije: “Después de ser padres, ya no dejamos de serlo”. Y como dicen: “Hijos pequeños, problemas pequeños; hijos grandes, problemas grandes”…

El refrán es una caricatura, por cierto. En la práctica, cada nuevo desafío se asemeja mucho a un Everest o un Ojos del Salado…porque la solución surge desde contextos diferentes, desde estadios de aprendizaje que no son estáticos.

No me cabe duda que cada vez hay menos “Silencios de Hombre”. Y pienso que es bueno que así sea. Si en algo he aportado estos años, a ese lento cambio, genial.


Creo que para ser papá, definitiva y literalmente, hacen falta “huevos”.