Y en un mundo que corre cada día más rápido, cuesta bastante. Más que las nuevas palabras o las nuevas costumbres propias de la juventud de siempre, tiene que ver con la exigencia que nos hace esta realidad, sobre la experiencia de existir en este mundo.
Cada día más nos cuesta sorprendernos con aquello que nos rodea. Muchas de las cosas que veíamos en películas o series son hoy una realidad con la que la infancia y los jóvenes conviven, asumiendo que siempre hay un camino fácil para alcanzar aquello que están buscando.
No es la Internet, ni las Pantallas, ni el Streaming. Es la reflexión que yace bajo la tecnología y la sociedad del conocimiento: ¿para qué querría hacer algo, si ya está todo hecho? La amenaza y el enemigo más reciente se llama Inteligencia Artificial y se instaló rápidamente como una tentación a la mano. Una herramienta mágica que lo responde todo. Que es capaz de evitarnos “la fatiga de pensar”.
Es inevitable y obligatorio que asumamos con propiedad ese rol de mediadores que ya habíamos comentado en estas páginas hace algún tiempo. Que entendamos que nuestra ausencia puede ser catastrófica para el desarrollo de niñas y niñas, al no verse desafiados, ni sorprendidos por una realidad que tiene que resultarles tan atractiva, como para querer descubrirla. Y no tener miedo a equivocarse en ese esfuerzo.
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