Sé que a muchos los tengo aburridos con mis cuentas
regresivas cada vez que se acerca Navidad. ¡No puedo negarlo, es mi época
favorita del año! Y creo que gran parte del encanto que tiene para mí, pasa por
esos fines de año en que mis padres se encargaban de poner magia en cada
detalle, de manera que para nosotros (mi hermana y yo), siempre fuese
inolvidable.
Y de veras, lo ha sido, pues repetir el rito cada
diciembre, para mí tiene mucho de remembranzas personales, familiares. Armar el
árbol de Navidad, por ejemplo, implicaba entonces el comienzo de una ansiedad
que solo culminaba el día 24, con esa maratón de películas emocionantes (sobre
todo las marionetas de Rankin/Bass), que nos recordaban que no era el “cumpleaños
del Viejo Pascuero/Santa Claus”, sino de una persona todavía más importante.
Darío ha preguntado por la Navidad, constantemente, durante
los últimos 3 meses. ¡Y nos contagiamos con su entusiasmo! Con la Andrea decidimos
armar y decorar la casa apenas pasara la noche de Halloween…así que llevamos
varias semanas de rojo y verde, con luces y bolas de agua y nieve, con las que
nuestro pequeño disfruta su primera espera navideña “lúcida”.
Ya con cuatro años, para él todo tiene mucho más sentido.
Sabe que Santa solamente trae regalos a aquellos niños que se portan bien. Y
muy importante: entiende también que hay muchos niños que lo están esperando.
Algunos, con bastantes más necesidades que nosotros.
Sabe que tanto Jesús como José eran carpinteros, y que
este nacimiento -tan relevante que lo celebramos en todo el mundo- ocurrió en
un sencillo pesebre, rodeado de animales y gente sencilla…
“La Navidad es de los Niños”, repetimos como pericos los
adultos, poniendo énfasis en algo que es bastante obvio, pero que excluye
nuestra propia experiencia frente a una fecha en las que independiente de
nuestras creencias, tenemos la oportunidad de pensar en eso que estamos
haciendo para convertir el mundo en algo distinto.
Personajes negados por algunos y amados por otro montón,
Jesús y Santa Claus siguen representando entrega desinteresada, generosidad y
la oportunidad de ser felices compartiendo…¿Qué mejor mensaje para los niños?
¡Ah! Y para aquellos que critican esta celebración por el
consumismo que desata, les recuerdo que tales impulsos pueden ser
voluntariamente contenidos por cada uno de nosotros. ¡Hacer un buen regalo es un arte! Es el arte de ser creativos y darnos la oportunidad
de conocer más a las personas que tenemos al lado, saber lo que les gusta, los
sueños que hoy los impulsan…
Seguro a algunos les gustaría que todos siguiéramos
escribiendo cartas, como en nuestra infancia…pero la verdad es que nunca
volvemos a tener tan claro lo que queremos, como cuando somos niños…
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