No sé exactamente desde qué situaciones extrajo esta
mirada. Solo sé que un porcentaje de la responsabilidad me corresponde (y me la
endoso casi en exclusiva, exculpando a la Andrea), al buscar inconscientemente
el cumplimiento de objetivos en torno a una suerte de "carrera". Eso
de "¿Quién llega primero a lavarse los dientes? o ¿Quién encuentra primero
a la mamá en el Centro Comercial?, parece inocente, pero va dibujando
lentamente un paisaje. Uno que, por lo menos yo, no quiero para él.
Todo ocurrió en un salón de juegos, con una pista de
carreras de verdad, en que elegimos un auto, al mismo tiempo que dos niñas
hacían lo mismo en sus respectivas pistas. A dos vueltas de comenzar, Darío
empezó a decir "Yo voy
ganando", aun cuando no identificaba el orden de los autos claramente. En
la práctica, las niñas lideraban la carrera, y empezaron a contradecirlo
abiertamente, despertando su enojo.
Perdimos y, aunque habría sido lo más fácil mentirle diciéndoles
que ganamos, le dije la verdad. Y él no podía creerlo, tanto así que unas
lágrimas rodaron por sus mejillas..."Esto no puede ser sino una
oportunidad inmensa para mí", pensé.
Y conversamos. Largamente, conversamos. A veces me
abrazaba fuerte, ayudándose a entender la explicación, mediante la cual creo
haber sido muy preciso: "Hijo, no siempre se puede ganar. Muchas veces
perdemos, pero la vida da oportunidades para volver a hacer un esfuerzo. Ganar
o perder es una circunstancia, lo importante es ser feliz".
Quedó más tranquilo y nos fuimos por la revancha a las
carreras, donde competimos con un niño y su padre también. Esa vez yo también
pedí un auto para mí...con el que salí último...
Nos fuimos a comer algo, mientras yo le explicaba lo bien
que lo había pasado a pesar de haber perdido. "Yo he perdido muchas
veces", le expliqué...y en mi cabeza aparecieron ipso facto, cientos de
situaciones en las que me vi derrotado...Algunas, prácticamente sin
esperanza...
Recordé las dificultades de mi historia con la Andrea, a
pesar de que ella odia que lo haga...Puede que otra persona hubiera tirado la
toalla en algún momento. Yo creía tanto en lo nuestro, que verdaderamente luché
por obtenerlo. Hoy recuerdo algunas de esas lágrimas con cariño, pues
representan la fuerza de mi voluntad, en situaciones que requerían lo mejor de
mí.
Con el tiempo no puedo sino valorar cada vez más las
derrotas. Y es que de las victorias poco me acuerdo, por lo efímeras, por lo
escasas...y porque no aprendí demasiado de ellas. Como que hoy, con la
luminosidad que me han regalado los años, tengo muy clara la importancia de
aprender perdiendo.
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