Hace unos días leí en Twitter a una madre quejándose
porque a su hijo de 6 años, en primero básico, le habían pedido hacer una
presentación en Power Point. Ella consideraba esto como algo inconcebible, por
no estar acorde a su edad, ni al nivel de los aprendizajes que están
adquiriendo.
¿De verdad no están capacitados ni preparados para
comunicarse a través de una herramienta tecnológica sencilla, de uso
generalizado en el mundo actual, como Power Point?
Los niños de hoy son “nativos digitales”, según les han
llamado los teóricos. Y es que desde que nacen, están expuestos a estímulos que
nuestra generación no alcanzó a vivir (ni soñó experimentar, para ser bien
francos), tales como la telefonía móvil, los computadores, las pantallas
táctiles, Internet, por mencionar los más llamativos e impactantes en nuestra
sociedad.
En la práctica, y bien concretamente, la mamá que
reclamaba por una tarea con Power Point, quiso decirnos que los niños de 6 años
hoy pueden usar de manera experta celulares y consolas de juego, pero no están
preparados para aprovechar un programa informático que complementa su aprendizaje
escolar. ¿Paradoja inconsciente? ¿Conclusión parental absurda?
Puede que haya un poco de ambas. Y también algo de esa
tendencia crecientemente asumida por los padres, respecto a cierta “sobre
exigencia” de los profesores, sobre sus niños. En la conversación habitual de
padres, se ha generalizado la sensación de que los pequeños están perdiendo “tiempos
de juego”, aun cuando en realidad la mayoría de esos adultos no tienen una idea
remota de cómo los niños administran hoy su día.
Créanme. Los niños de 6 –y de 4, si me apuran un poco-
están perfectamente capacitados para hacer un Power Point. Y que yo sepa, nadie
les está pidiendo que hagan un archivo al día, respecto a temas rebuscados y
áridos. Entiendo que los educadores lo hacen de vez en cuando, como complemento
a una exposición frente al curso, como el material de apoyo que para nosotros
fueron alguna vez las láminas de Mundicrom o las transparencias escritas con
lápiz permanente.
Un diario habló este año sobre “el empoderamiento de los
padres” frente a las tareas para la casa. Ya he planteado anteriormente en este
espacio que dicho “movimiento” y el concepto, en general, es un carro algo ficticio, al que un número de
padres se han subido, como una forma de reconectarse con la realidad de sus niños.
Probablemente, porque la habían mirado desde lejos, durante demasiado tiempo.
Empoderarse, como padre, significa reconocer los elementos
y variables que cumplen un rol dentro de la vida de nuestros hijos. Significa
conocer a las personas que escogimos como sus educadores, entender sus
metodologías, verificar los logros, apoyar en el aprendizaje a nuestros hijos. Empoderarse
es precisamente todo lo contrario a embanderarse en torno a juicios colectivos
bastante apresurados, como “eliminar las tareas” y resolver las cosas a través
de la presión y la fuerza. Es un signo de los tiempos: cada vez nos cuesta más
CONVERSAR.
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