Ésta es la pregunta que, de manera cada vez más
recurrente, me hace mi hijo, en coherencia con su fanatismo desbordante por el
cuarteto de Liverpool. Sucede que su DVD favorito es uno de Paul McCartney en
su etapa reciente, girando por EE.UU. y cantando con su propia banda canciones
de los Beatles, de los Wings y de su etapa solista.
¿Qué puedo decirle respecto de sus antiguos y clásicos
compañeros de formación? Difícil que entienda, a estas alturas, que un grupo musical
no dura para siempre, que a veces la gente discute, se aleja, y busca nuevos
caminos. Que hay peleas entre las personas, que no tienen vuelta.
Desafío más complejo aún: ¿Qué le puedo decir respecto de
John y George? Les prometo que he intentado ver esto como una oportunidad para
hablar de la muerte como concepto, pero me asusta pensar en su reacción.
Con
quien lo he comentado, me ha dicho: “los niños no se complican por la muerte,
no la dramatizan…recuerda lo que hacen los niños en los funerales…siguen siendo
niños”.
Por un lado, me fascina que no tenga una noción de
finitud anclada en su pensamiento, pues me da la idea de que eso puede
significar menos límites para su creatividad. Y menos angustia, para su corazón.
Recuerdo que yo mismo viví una etapa difícil cuando caí
en la cuenta de que mis papás no estarían para siempre. Varias noches lloré en
el regazo de mi madre, cuando ella me iba a arropar. Hoy entiendo mejor lo que
ocurre pero, aún así, no termino de reconciliarme con la muerte y estoy
elucubrando planes todo el tiempo para poder pasarla de largo (apenas dé con
uno efectivo, les cuento)
“¿Eres creyente?”, me dijo una amiga el otro día. “Dile entonces,
que se fueron al cielo…te aseguro que para él será suficiente”. Y, claro, soy
creyente (sin adherir a una religión de manera abierta) y me parece la salida
más sencilla, pero ¿será la mejor?
Hasta acá, estoy salvando la situación con respuestas
algo etéreas y evasivas, pero estoy enfocándome en romper con la tendencia y
lanzarme con la explicación real. Ya les contaré cómo me va…
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