Fue en la fiesta de cumpleaños de Ignacio, el hijo de una
amiga de hace años, que me llevé el último tema para pensar, en cuanto a mi rol
de padre. No es que uno esté todo el rato analizando el entorno…es solo que la
sensibilidad, respecto de algunas situaciones, se vuelve más fina. En la
práctica, al tener hijos, vemos cosas que antes eran invisibles.
Era una tarde soleada, que resultó perfecta para que los
niños jugaran en el jardín del edificio en que vive nuestra amiga, quien puso a
disposición de los chicos uno de estos maravillosos juegos inflables, que les
pueden mantener ocupados y felices durante horas.
La cosa es que Darío rápidamente entró en la dinámica de
los cerca de 15 chicos que subían y salían vía tobogán, desde esta estructura,
interactuando de manera bastante cautelosa con ellos, muy en su estilo (en
esto, probablemente, se está pareciendo bastante a mí).
Cauteloso y observador, de todas maneras hubo de
enfrentar en algún momento, un desafío que no tenía considerado. Podríamos
hablar de un “pequeño” desafío, pues fue propuesto por un niño algo menor en
edad y envergadura a mi hijo.
Se trataba de Cristián, a quién su madre observaba desde
una posición similar a la mía, a unos cuantos metros del inflable, siempre
pendientes de cualquier inconveniente que pudiese ocurrir con los niños.
Primero fue una patada al bajarse desde el tobogán, sin
mirar quién podía estar abajo. Darío se quejó, pero con hidalguía siguió
adelante con su entusiasmo tradicional. Luego, un encuentro frente a la forma
de “caballo”, sobre la que todos habían querido montarse…
“No, tú no”, le dijo Cristián a mi hijo, apartándolo con
la mano. Pronta reacción de la madre y una advertencia para que dejase a los
demás participar de la entretención. Efecto inmediato, pero efímero, pues desde
el suelo –y con la cabeza- empujaba a Darío, evitando que pudiera subirse.
La frase y la acción me dejaron perplejo. Es verdad, son
niños y estas cosas ocurren, cómo no recordarlo, si también tuvimos la misma
edad en algún momento. Sin embargo, mi reflexión fue un poco más allá: ¿De
dónde saca un niño de 3 años una expresión como “no, tú no”? ¿Es una actitud
natural frente a un deseo irrefrenable? ¿O responde a un contexto de fondo?
En los tres años y algo de Darío, no recuerdo haberle
escuchado una declaración similar. Sí le he visto frente a varios
predicamentos, cuando se trata de compartir un juguete con otro infante. Una
cuestión que todavía está aprendiendo a resolver, buscándonos con la mirada.
Pero una actitud desafiante y concreta, como la de Cristián, de veras no la
recuerdo.
Díganme exagerado, pero que un niño de 3 años descarte a
otro de manera tajante, me parece delicado. Es más, siento que es muy probable que
dicha actitud responda a algo que no estamos identificando como padres, pero
que el pequeño sí reconoce como correcto o, peor aún, como “habitual”.
Un argumento más, para esa lección que siempre estamos “repasando”:
que estamos todo el tiempo en vitrina; que hay pequeños corazones mirando y
juzgando cada cosa que hacemos…y siempre, con una alta probabilidad de
imitación.
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