En esta época de repetir todo lo que escucha, me encanta
entregarle a Darío palabras que puedan tener un significado más profundo para
su incipiente relación con la vida. De esta forma, por ejemplo: cada noche le adelanto:
“¿Sabes lo que haremos mañana?...Mañana tenemos que ser y hacer feliz”. Él
sonríe y recita la frase, mientras en sus ojos adivino que cada vez la entiende
mejor.
¿Qué mejor misión podríamos tener, que una vinculada a la
Felicidad? No sé si antes le había dedicado algunas líneas a este fascinante
concepto…y sería raro que no lo haya hecho, porque durante los últimos 5 años
me ha robado largas horas de reflexiones.
Es increíble cómo hablamos tanto de la Felicidad, sin
dedicarle un tiempo concreto a describir lo que significa para nosotros.
Porque, parece estar claro que todos aspiramos a una Felicidad distinta. ¿O
aspiramos a la misma, a través de diferentes caminos?
La Felicidad, para todos, yace afuera. No está en
nosotros, ni la tenemos cerca, o carecería de sentido salir a buscarla todos
los días. En esa aventura es que muchas veces la perdemos de vista, enredados
en nuestros propios inconvenientes y dificultades.
Para Darío, los caminos hacia la Felicidad son múltiples,
diversos. Y como su búsqueda es intuitiva e inocente, sus éxitos son también
más nítidos. Sobre sí, mi hijo no carga aún con paradigmas que puedan coartar
sus posibilidades de “pasarla bien”.
Cuando comparto esa frase nocturna con mi hijo, lo que
estoy haciendo también es internalizarla en mí: no perder de vista el camino,
por mi obsesión por un fin. Aprender de Darío, en ese sentido, es fundamental
para mí, pues sus acciones son pura “naturaleza” y nulo “prejuicio”, al
contrario de las mías, llenas de interrogantes (muchas de las cuales, ni
siquiera requieren de una respuesta).
Darío ha estado en dos jardines, desde hace un año. En el
primero, tuvimos con la Andrea una conversación con la tía, que nos dejó
extremadamente preocupados: nos habló de un hijo “muy regalón”, de que “le
faltan reglas”, de que “es posible que requiera ayuda adicional”.
En su segundo jardín, donde lleva algo más de 5 meses,
hemos sostenido también una sola conversación con la tía responsable, que
resumió su percepción en una sola frase: “Darío es un niño feliz”. Eso, para
nosotros, derribó cualquier estructura preexistente y nos llenó de genuina
satisfacción.
Como padres, solemos caer en la tentación de dar a
nuestros hijos “todo eso que no tuvimos”. La verdad es que, cada vez más, estoy
convencido de que no necesitan más que la ayuda para la generación de las
condiciones para ser felices. Y en su propio estilo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario