martes, 4 de septiembre de 2012

Cincuenta y Nueve: Ser y Hacer Feliz



En esta época de repetir todo lo que escucha, me encanta entregarle a Darío palabras que puedan tener un significado más profundo para su incipiente relación con la vida. De esta forma, por ejemplo: cada noche le adelanto: “¿Sabes lo que haremos mañana?...Mañana tenemos que ser y hacer feliz”. Él sonríe y recita la frase, mientras en sus ojos adivino que cada vez la entiende mejor.

¿Qué mejor misión podríamos tener, que una vinculada a la Felicidad? No sé si antes le había dedicado algunas líneas a este fascinante concepto…y sería raro que no lo haya hecho, porque durante los últimos 5 años me ha robado largas horas de reflexiones.

Es increíble cómo hablamos tanto de la Felicidad, sin dedicarle un tiempo concreto a describir lo que significa para nosotros. Porque, parece estar claro que todos aspiramos a una Felicidad distinta. ¿O aspiramos a la misma, a través de diferentes caminos?

La Felicidad, para todos, yace afuera. No está en nosotros, ni la tenemos cerca, o carecería de sentido salir a buscarla todos los días. En esa aventura es que muchas veces la perdemos de vista, enredados en nuestros propios inconvenientes y dificultades.

Para Darío, los caminos hacia la Felicidad son múltiples, diversos. Y como su búsqueda es intuitiva e inocente, sus éxitos son también más nítidos. Sobre sí, mi hijo no carga aún con paradigmas que puedan coartar sus posibilidades de “pasarla bien”.

Cuando comparto esa frase nocturna con mi hijo, lo que estoy haciendo también es internalizarla en mí: no perder de vista el camino, por mi obsesión por un fin. Aprender de Darío, en ese sentido, es fundamental para mí, pues sus acciones son pura “naturaleza” y nulo “prejuicio”, al contrario de las mías, llenas de interrogantes (muchas de las cuales, ni siquiera requieren de una respuesta).

Darío ha estado en dos jardines, desde hace un año. En el primero, tuvimos con la Andrea una conversación con la tía, que nos dejó extremadamente preocupados: nos habló de un hijo “muy regalón”, de que “le faltan reglas”, de que “es posible que requiera ayuda adicional”. 

En su segundo jardín, donde lleva algo más de 5 meses, hemos sostenido también una sola conversación con la tía responsable, que resumió su percepción en una sola frase: “Darío es un niño feliz”. Eso, para nosotros, derribó cualquier estructura preexistente y nos llenó de genuina satisfacción.

Como padres, solemos caer en la tentación de dar a nuestros hijos “todo eso que no tuvimos”. La verdad es que, cada vez más, estoy convencido de que no necesitan más que la ayuda para la generación de las condiciones para ser felices. Y en su propio estilo.



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