lunes, 4 de junio de 2012

Cincuenta y Tres: Adiós, Chupete


No había escrito sobre esto, pues pensé que tendríamos una transición apacible y fluida. Sin embargo, no ha sido así, pues a pesar de que Darío no ha pedido nunca más su chupete (ya les contaré por qué), con la Andrea notamos que lo necesita. Sobre todo, en las noches, que se nos están haciendo laaaargas…

Ya hace un tiempo veníamos dándole vueltas a este importante paso, pero no nos habíamos atrevido a hacerlo. Sucedió que una noche, a propósito de lo comido y bebido durante el día, Darío no durmió tranquilo…tanto así que lo llevamos a nuestra cama, donde a los breves minutos nos sorprendió con vómitos fulminantes.
Aparte del tremendo susto (y el alivio por haber anticipado lo ocurrido), hubo consecuencias: restricción de consumo de jugos de fruta concentrada; límite a la cantidad de yogures diarios (hoy están escondidos en bolsas, dentro del refrigerador) y, la más importante: eliminar definitivamente ese adictivo accesorio conocido como chupete.

Fue fácil desprenderse, la verdad. Darío relacionó todo lo ocurrido –y lo mal que lo pasó- con el chupete, así que él mismo se encargó de armar la historia: “chupete, malo, vomita…guaaaa”.

Hasta ahí todo bien, salvo que no dimensionamos jamás la relevancia que adquiere para los niños este adminículo, en cuanto control de la ansiedad. Si podíamos dejarlo en su cama y que durmiera toda la noche, sin problemas, no era solamente por nuestro gran trabajo “sicológico”, sino porque el chupete reemplazaba nuestra presencia, entregándole a Darío seguridad y certezas, en la horas más oscuras. Y, claro, las de más incertidumbre.

Así que las noches se han vuelto, otra vez, una constante lucha entre Darío y nosotros, primero, por lograr que se duerma; segundo, porque aquello ocurra en su cama; y tercero, porque la noche sea una continuidad, y no un constante levantarse para reconfortarlo por alguna pesadilla.

Por mi lado, a tomarlo con filosofía y paciencia. Mucha, diría yo. Todo sea por una circunstancia que, a los 3 años, ya deberíamos haber tenido resuelta (responsabilidad nuestra). Y, otra cosa:  ¿cómo no ser empático con un pequeño que apenas conoce el mundo, si hay noches en que yo mismo duermo tenso, preocupado, por todo lo que me deja el día y el tiempo que me da la noche para seguir pensando en tantas cosas..?

2 comentarios:

  1. Paciencia, paciencia, que es la madre de todas las virtudes, según dicen.
    Ya sabes que eso de dormir "bien" es cosa de madurez cerebreal, llegará como llega todo, para la espera mucho ánimo y café

    ResponderEliminar
  2. Estimada Gallinita...mucho sentido hacen sus palabras, cuando voy en el tercer café de la mañana. Pero tienes razón...paciencia...no hay otra cosa...la verdad, siempre la he tenido, pero últimamente, la había estado perdiendo...estoy en campaña por su recuperación...un abrazo!

    ResponderEliminar