viernes, 18 de mayo de 2012

Cincuenta y Dos: Lo sólido se desvanece en el aire

Mañana, Darío cumple 3 años. Y todo eso que dicen de que el tiempo pasa rápido; que uno no se da cuenta cuando crecen; que de repente nos gustaría congelarlos para que se quedaran siempre como niños…todo eso…se vuelve una especie de balde de agua fría, que nos empapa de pies a cabeza.

¿He disfrutado todo lo que tenía pensado estos 3 años? Como que buscara la propia angustia, preguntándome eso, pero para mí es inevitable. Soñé durante muchos años ser padre y no esperaría menos de mí, que sentirme contento de cómo vamos hasta ahora, de cuánto he podido entregarle como papá al que –temporalmente, espero- es mi único hijo.

Son 3 años de locuras; de sueños (y falta de…); de correr y angustiarse; de emocionarse, conmoverse…y ¡volver a encontrarse!

Siento que estos 36 meses han representado un salto sideral en mi evolución como persona y, sobre todo, como hombre.  Creo que ni ustedes, ni yo, hemos leído u oído demasiado acerca del “instinto paternal”. Puede ser que nuestro género no haya hecho la difusión necesaria de esa competencia, pero créanme, existe. Y si leen, al menos, un par de episodios de los más de 50 que lleva este blog, encontrarán que tengo un poco de razón.

¡Qué distinto es ser esposo y padre! Las exigencias que yo creía altas, para cumplir con la felicidad de la Andrea (que es una mujer de rigor…), son todavía mayores al asumir la mitad de la responsabilidad en la crianza de un nuevo ser.  Y digo la mitad, porque me he jugado porque sea así; porque no sea mi mujer la que se lleve el mayor peso del proceso. Para que ella también tenga tiempo de contemplar, y no se lo gaste todo en el hacer.

Lo dije en algún capítulo: puede que mi rol haya estado concentrado en cuestiones menos visibles, pero vale en cuanto a la convicción con la que asumí cada labor. Y el amor que puse a ellas, aunque se tratara de un cambio de pañal, o de quitar los eructos a nuestro pequeño.

Con preocupación/felicidad, veo que Darío crece, crece…que pronto no serán 3, sino 6 años. Que hay cosas que hacíamos juntos que ya no podrán ser. Pero que serán reemplazadas por otras, diferentes, tan retribuyentes como las anteriores. Y, sobre eso, dejo descansar mis lágrimas de alegría, mismas que derramo al cerrar uno de los textos más viscerales que he dejado caer en este amado espacio de mi vida. Un ”blog”, o mucho más que solamente un “blog”.

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