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Pasaron 8 años entre un parto y otro, y cambiaron muchas cosas en relación al embarazo: su preparación y ritos, así como también los aspectos legales que refieren al descanso materno que hemos denominado posnatal. Hace 8 años, dicho período se extendía por apenas 3 meses, a diferencia de los 6 meses (con algunos reparos) que tenemos hoy. Muchas familias chilenas se han visto beneficiadas por este avance, que en algo aporta hacia una cultura del apego y de fomento de la lactancia, como proceso clave en la crianza temprana.
Pero hubo algo que no cambió. Tras el nacimiento de nuestros pequeños, la empresa en que trabajo me otorgó los mismos 5 días de permiso legal de hace 8 años. 5 días, a los que sumé un par de jornadas más, a cuenta de mis vacaciones. Ahora no podía completar un mes completo, como hice con Darío, gracias al jefe que tenía entonces.
¡5 días legales de permiso para los hombres que tenemos la alegría de recibir un (a) hijo (a)! ¿Es en serio? Yo les invito a preguntarse, ¿Qué cosas alcanzamos a hacer en 5 días, más cuando se trata de 5 especiales días, llenos de urgencias, incertidumbres, desvelos y cansancio?
Me he encontrado con personas que, frente a esta pregunta, me han dicho: “pero si ahora puedes compartir el posnatal con tu esposa”. Dos cosas que aclarar: la primera, es que no se me ocurriría restar días a una madre del contacto inicial con su hijo, a menos que ella me lo pidiera, o lo necesitáramos de manera circunstancial. La segunda, “compartir el posnatal” es más bien “repartirlo”, porque no considera a papá y mamá juntos, en ninguna instancia.
Cinco días son poco, cuando se trata de ser papá. Cinco días son nada, cuando se trata de equidad en la sociedad y de asumir a la par, las nuevas labores y desafíos que trae consigo la llegada de un bebé (o de dos, como en mi caso).
¿Será posible que madre y padre podamos compartir algo más que 5 días la responsabilidad de nuestro nuevo estatus? ¿Será posible que podamos comenzar a modificar en algo las estructuras anticuadas de nuestras disposiciones legales o, peor aún, algunos de nuestros paradigmas instalados y compartidos como verdades?, como eso tan recurrido de: “La mujer se hace cargo de los niños, porque lo hace mejor”.
Cinco días. ¿Tan poco tenemos los hombres que aportar a nuestros nuevos hijos en esta etapa de sus vidas? ¿Tan baja es la expectativa que tiene la sociedad respecto a nuestra importancia en el proceso de crianza de nuestros hijos? Algo estamos haciendo mal, porque no solamente estamos aceptando esta realidad: tampoco la estamos cuestionando.
Hoy no hay diputadas ni diputados presentando un proyecto de ley orientado a mejorar este “beneficio”. No hay papás organizados levantando la voz o marchando para que esos 5 días sean 7 o 10, al menos. No hay especialistas en televisión diciendo: “es muy relevante para el desarrollo de los niños y la consolidación de las familias que los papás puedan estar mucho más presentes en la infancia temprana”. Tampoco hay mamás sopesando la importancia de este aspecto no solamente en lo práctico, sino también en lo simbólico, con miras a una sociedad más igualitaria.
Como papá que ya no accederá a este beneficio, pero con la experiencia de haberlo necesitado, espero este 2018 al menos, despierte el debate sobre este tema. ¿Estamos bien porque damos los mismos días que en Brasil? ¿O muy bien porque Italia solamente entrega uno? Desde mi humilde perspectiva, mucho de la felicidad de los países cercanos al Ártico proviene de la consolidación de estos espacios de afecto primigenio (y en el gráfico adjunto se puede apreciar la relevancia que dan al permiso parental). Después nos preguntamos por qué las familias están teniendo cada vez menos niños en el país…
Papás de Chile, les invito a que nos unamos en esta cruzada. No hay paternidad verdadera sin presencia, sin contacto, sin paridad de labores. Somos padres en una sociedad diferente, que requiere de nosotros un rol mucho más activo que en generaciones anteriores. Muy fácil es seguir la línea del pasado, endosando a la mujer la mayor parte de lo que dice relación con los niños. Personalmente, creo que somos mejores que eso, y la idea es que estemos a la altura. La recompensa, créanme, queda en el alma por siempre.
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