Varias personas se han sorprendido de que Darío, a sus 5
años, sepa leer tan bien. Y que incluso, escriba con escasas dificultades, la
palabra que uno le pida. Lo hace con
mucho interés y dedicación, demostrando una preocupación permanente por hacerlo
bien. Y por aprender más.
Hace unos días mi padre le contaba de esto a alguien más,
con entendible orgullo, pero con una explicación que me dejó perplejo: “Mi
nieto aprendió solo a leer, sin que nadie le dijera nada”.
Me vi en la obligación de interrumpirle y aclararle que
este aprendizaje en ningún caso fue espontáneo, que no fue fruto del azar o de
una “condición genética” particular. Fue
consecuencia de un trabajo sistemático, consciente y didáctico.
Con la Andrea nos preocupamos de estimular a Darío desde
el primer día que supimos que iba a llegar. Generamos a su alrededor, un mundo
en que pasaban –y siguen pasando- muchas cosas, de manera que pudiese
conocerlas, enfrentarlas y disfrutarlas.
Hubo música y lectura desde que estaba flotando en
líquido amniótico; hubo videos y juegos después, que fueron abriendo y haciendo
crecer su percepción sobre el lenguaje de manera exponencial.
Podría mencionar en detalle el “plan” completo, pero temo
aburrirles un poco. Pero, para que no sientan que se trata de tácticas muy
rebuscadas, mencionar algunas ideas: una pizarra para tiza, que pintamos en una
de las murallas de su habitación; múltiples juegos de madera, orientados al
calce de figuras y el abecedario…y una de mis favoritas, “post its” pegados por
toda la casa, con el nombre que tienen las cosas, para que los objetos fuesen
también palabras en su cabeza…
Todo el proceso, por cierto, fue vivido de manera natural
y armónica, sin presión alguna por parte nuestra, compartiendo y disfrutando
del aprender juntos, de la motivación por conocer más y más.
Desde hace tres años, no hay noche sin cuento. Y si antes
leíamos nosotros, ahora es Darío quien nos deleita con sus historias, escogidas
de manera libre y voluntaria desde la biblioteca que generamos para él en un
lugar especial de la casa.
De los libros con música, ruidos y figuras desplegables,
hemos pasado a los cómics de Batman, con todas las complejidades de sus
aventuras y la oportunidad que nos presentan de profundizar ahora en conceptos
algo más difíciles de explicar. Y hemos generado en nuestro hijo la ansiedad
por leer, al punto de que durante el día lo hemos sorprendido terminando el
episodio de la noche anterior…
Fórmulas para conseguir aprendizajes hay muchas. Lo que
no existe es la “generación espontánea”…pues incluso el talento (el cual
reconozco) debe trabajarse en base a entrenamiento, esfuerzo y lo más
importante: ganas.
Cada niña/o es un frasco repleto de energía capaz de
lograr lo que se proponga. Condicionar ese potencial con nuestros prejuicios de
adultos, es uno de los mayores peligros a los que estamos expuestos. No hay “niños
buenos para las matemáticas” o “niños malos para el fútbol”…hay posibilidades…casi
infinitas…y no se desarrollarán sin el entorno adecuado. Porque las
casualidades, no existen.
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