La verdad es que tenía ilusión de escribir sobre esto
algún día, sin embargo, es muy distinto hacerlo cuando se ha vuelto un deseo
cumplido.
Siempre había postulado (y lo sigo haciendo) que los
niños están disponibles como terreno fértil para el estímulo que queramos
sembrar en ellos. De esta manera, me niego a creer que haya alguno marcado
desde el nacimiento como "malo para leer" o "limitado para las
matemáticas"; "poco dado a los deportes" o incluso,
"desafinado".
"Los niños son esponjitas", dice la Andrea. Lo
dice refiriendo al cuidado que debemos tener de no dar malos ejemplos. Bueno,
esa premisa también funciona en sentido contrario....y todo aquello a lo que
ponemos pasión y cariño, es emulado por los pequeños de la misma manera e,
incluso, con más ganas.
"Música, música, música...", fue una de las
primeras palabras que me esmeré por enseñar a Darío, con éxito relativo. Más me
concentré en que escuchara mucha música, desde su concepción y luego
interviniendo sus espacios y juegos con sonidos.
No pasa nada en casa si no hay música. Y él lo sabe...es
capaz de "escuchar" el silencio y buscar con intensidad aquellas
notas que nos acompañen en lo cotidiano. Pasamos por lo clásico (varios meses
disfrutamos de "Bolero", de Ravel); fuimos a lo infantil (y desde las
canciones tradicionales llegamos a Mazapán), hasta que hace más o menos 3
meses, ha descubierto a mi banda favorita de la vida (para mí, la mejor de la
historia)
"Let it be" ha sido el disco puerta de entrada
para Darío hacia el maravilloso mundo de los Beatles. Y el goce que demuestra
cantando y bailando cada uno de sus temas, sinceramente, me emociona. Son las
canciones que me hicieron compañía en épocas importantes...son la banda sonora
de mi anhelo de guitarra, escenario y rock and roll.
Una y otra vez suenan los discos de los Beatles en casa,
todos los días.Y hasta a la Andrea la he sorprendido tarareando en la ducha o
la cocina, a pesar de que nunca le hab.ían llamado la atención. Por mi lado,
vuelvo a descubrir cosas...y vuelvo a sentirme vivo, disfrutando junto a mi
hijo...
Son apenas 3 años y siete meses, pero la energía
concentrada en ese pequeño cuerpo es incontrarrestable. Darío sigue disponible
para más y nuevos estímulos, para escuchar y enganchar con lo que yo pueda
proponerle (lo que es una gran responsabilidad). Porque confía en mí. Porque si
conmigo descubrió a los Beatles, todo podría pasar…
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