viernes, 18 de noviembre de 2011

Treinta y Ocho: Lo Mejor de Lo Nuestro

A poco más de un mes del ingreso de Darío al jardín infantil, nuestras sensaciones siguen mutando. Con la Andrea estamos contentos del paso que se dio, porque creemos que le ayudará en su proceso de adaptación social, en el que claramente le falta camino por recorrer.

Ya tuvimos la primera reunión de padres y tuve un montón de sentimientos encontrados. En principio, eso de sentirme ajeno y algo desencajado, junto a un baño de inseguridad, pensando si lo que hemos hecho hasta aquí ha sido lo correcto.
El 80% de los padres son mayores que nosotros. No me quedó duda de aquello al escudriñar en sus rostros, sus expresiones, su estilo de enfrentar estas situaciones. En todo caso, me imaginaba que sería así, pues ya es conocida y reportada la tendencia de nuestra sociedad hacia la postergación de los hijos, en beneficio de otros objetivos.

La segunda diferencia, probablemente, más relevante aún…Los demás niños comenzaron a asistir a este jardín desde el nivel Sala Cuna, como la mayoría de los niños hoy, en coherencia con las intensas agendas laborales de ambos padres. E incluso más, en sus casas son cuidados por “nanas” (niñeras), que se preocupan de su alimentación y juegos cotidianamente.
Bajo ese modelo, los padres de hoy califican a sus niños de “súper independientes” y “autónomos”, con una mezcla de orgullo y soberbia. Como si esa condición adquirida (no natural) fuese “buena” de por sí, a la vez que una ventaja para enfrentar con buen éxito las condiciones que nos propone el mundo actual (puede que lo sea, solo lo estoy poniendo en duda).
Nos quedamos hasta el final de la reunión, para conversar con la Tía y preguntarle en privado qué tal anda Darío. Y claro, nos dijo lo que esperábamos: “Le cuesta…es muy muy regalón…se nota que en casa lo han consentido mucho”. No pudimos sino darle la razón, pues es precisamente eso lo que hemos hecho. No porque queramos hacerle daño, por supuesto, sino porque es lo que nos nace.

Nos sentamos en el auto y la Andrea me dijo, preocupada: “Quizá un segundo hijo debiese empezar desde más pequeño en el jardín”. Yo llevaba todo el lapso de la reunión pensándolo, por lo que no dudé en responderle: “¿Sabes? No creo que debamos modificar nuestras ideas porque vemos que Darío no es como los demás. Hemos apostado por estar con él el máximo de tiempo posible; por no exponerlo a espacios y personas desconocidas; porque en casa seamos nosotros mismos los encargados de hacer todo lo que el requiere…y no una niñera…”
En definitiva, ambos caminos se construyen desde las propias posibilidades familiares y no hay uno mejor que otro, en cuanto son nuestros hijos los que van sacando provecho de lo que les entregamos. Darío es poco sociable y ha vivido gran parte de sus meses de vida en compañía de adultos, por eso le va a costar más integrarse en esta etapa.  ¿Quejarme y sufrir por ello? En ningún caso…Hoy tengo más claro que siempre, que en dos años y medio, le hemos entregado lo mejor de lo nuestro.

2 comentarios:

  1. Buenas.
    Creo que si tenéis bien claro que habéis entregado lo mejor de vosotros mismos a vuestros hijos, todo lo demás sobra. En el tema de las guarderías personalmente no creo que nuestros hijos cuando crezcan sean mejores o peores por haber ido o no a una guardería. Lo que importa es lo que tengan en casa, el amor que se les da.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario, Papalobo...respeto mucho las decisiones de quienes han optado desde el nacimiento por una guardería. A mí, por lo menos, me gusta como lo estamos haciendo nosotros: de cerca, muy apegados y siempre atentos a lo que está ocurriendo...saludos!

    ResponderEliminar