lunes, 11 de julio de 2011

Veinte: Papá Ferpecto

Hay lectores que han construido una imagen no del todo fidedigna respecto de este servidor. Y es lógico, si en 19 capítulos he alabado innumerables rincones de la paternidad, junto con describirles mi goce por tener la oportunidad de vivir esta etapa.

La verdad es que vivo cometiendo errores. Como usted, lector, o como usted, visitante, este escritor aficionado es un ser humano, lleno de defectos, vicios y decisiones absurdas.

Y sufro, pienso y miro hacia adelante, pensando que habrá nuevas y mejores oportunidades para lucir mi capacidad de rehacerme. Con toda la dificultad que ello implica.

No soy perfecto (¡vaya descubrimiento!). Y con Darío me he equivocado en numerosas ocasiones: al principio, al no adivinar su hambre y sus mudas; al no descubrir las razones de su llanto; al no abrigarlo lo suficiente o darle la comida demasiado entera.

Pero quizá donde más se notan mis debilidades, es cuando por agotamiento o pérdida de paciencia pienso: "por qué alguien no puede cuidar a este niño, mientras duermo, leo o escucho un buen disco..."

Lo disfruto a concho, pero soy vulnerable a la exigencia que impone a veces la paternidad. Y como, aunque no nos guste, siempre debemos terminar cediendo, pues ellos son lo más importante.

Tal vez, a estas alturas de esta entrega, usted está pensando: "parece que no es un papá tan ideal". Yo le respondo: "efectivamente, no lo soy".

Estoy casi igual de lejos de la perfeccion que en un principio, pero eso no es un obstáculo para mejorar. Al contrario, es el aliciente que uno requiere para sentir que las cosas no son estáticas. Que podemos modificarlas.

Y cuando me siento mal por "cansarme de Darío", trato de convertir esa percepción en un impulso positivo, al tiempo que me convenzo de que es natural e inevitable que ocurra. Y que no puedo eliminar esa reacción, pero sí puedo aprender a administrarla.

Nadie es perfecto, dicen, y suena a consuelo sencillo de aplicar. Sin embargo, hay cosas que nos hacen únicos y dentro de ellas se encuentra la manera en que entendemos la propia imperfección; cómo lidiamos con nuestros errores y de qué forma escapamos de la frustración. Una de las vías más indispensables para poder seguir viviendo.

2 comentarios:

  1. Me alegro leer esto, especialmente hoy, que parece que mi chiquitín `precioso ha puesto todo su empeño en sacarme de mis casillas...y yo tampoco he estado a la altura perdiendo los nervios.
    Te sigo desde España.
    Un abrazo

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  2. Paz, gracias por seguir la historia de mi humilde experiencia. Quién sino nosotros, que estamos viviendo la crianza, podemos entender esto del cansancio, físico y mental, frente a un ser que muchas veces nos lleva al límite...

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