jueves, 5 de abril de 2012

Cuarenta y Nueve: Nadie me Preguntó

Por circunstancias que ya eran insostenibles, desde esta semana, Darío se ha visto enfrentado a diversos cambios en su vida cotidiana. Estos han incluido cambio del recorrido por la ciudad; el ingreso a un nuevo jardín infantil; la incorporación de una persona externa a su cuidado.

No puedo evitar pensar que muchas veces abusamos de la flexibilidad de los niños. Es un hecho que debemos tomar decisiones por ellos, es la ley de la vida...sin embargo, en la práctica, los adultos podemos distinguir claramente el estrés que manifiestan los pequeños, al verse desconcertados.

Es cierto que nuestros hijos requieren rutinas. Les ayudan en la comprensión del mundo, pues se lo simplifican. Pero también requieren de quiebres, que desafíen su adaptabilidad. Puede uno sentirse culpable, pero el desarrollo de la habilidad en el pequeño, podrá compensarlo.
Increíble como hoy las organizaciones valoran cuestiones que antes menospreciaban. Los tiempos han obligado a cambiar la mentalidad, a dejar en el plano que corresponde el manejo técnico y darle relevancia a la flexibilidad, las relaciones interpersonales y el control y buen uso de las emociones.
Darío es sensible. A sus casi tres años tengo claro que vive "a concho" sus días y me recuerda mucho mis propias tribulaciones. La exposición a situaciones complejas, por tanto, debe ser medida y esporádica. No vayan a creer que soy un padre metódico y manipulador...más bien, tiendo a ser todo lo contrario.

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