domingo, 15 de mayo de 2011

Doce: El Segundo

¿Quién sabe cuándo es tiempo de tener otro hijo? Es de esas preguntas un poco retóricas, que sirven de inicio a conversaciones que suelen ser entretenidas, pero poco fructíferas.

El momento oportuno es exclusivo y perteneciente a cada pareja. Para algunos, el segundo hijo es consecuencia de alguna distracción; para otros, es concretar la periodicidad planificada desde el matrimonio. Las opciones son infinitas.

En lo que reconozco un acuerdo casi unánime, es en la inconveniencia de tener un solo retoño. La vieja y conocida historia del "hijo único", al parecer, no posee apoyo masivo y las pocas (comparadas con el pasado) parejas que hoy se embarcan en un embarazo, terminan necesariamente pensando en el segundo.

No hay primera, sin segunda. Y si bien, ahora no existen las "presiones" de antaño para que los jóvenes sean padres, sí las hay para que no dejen sin hermanos al primogénito.

De esta forma, cuando todavía el aprendizaje paternal no esta ni cerca de finalizar, comienzan a concretarse las conversaciones internas destinadas a definir...¿cuándo haremos el siguiente (para mi mujer...¡el último!)?

Que es bueno que se crien juntos...que es mejor que uno salga de la universidad para que entre el otro...son tantas las alternativas, como las posibilidades de tener buen éxito con la decisión.

Si tiene hermana/o, estimado lector, tendrá una visión especialmente informada a este respecto. Y, mejor aún, a partir de la experiencia.

Comenzamos mirando con recelo a los hermanos; peleamos con ellos; competimos y marcamos diferencias para luego, más allá de los 30, darnos cuenta de que son parte del grupo de personas que mejor nos conoce y que estan ahí, independiente de lo que pase.

Así son nuestros hermanos. Constantes y fieles, comparten un espacio temporal y físico con nosotros, brindándonos companía en un camino en que -igual que ellos- no tenemos mapa. Y a veces, tampoco un destino claro.

Como toda la familia, a los hermanos no los elegimos, y a veces no actúan como esperaríamos que lo hicieran. ¡Ésa es la gracia! No somos ellos, ni debemos reflejarnos en sus logros y sueños. Simplemente, nuestras vidas están ligadas, para siempre, debido a las decisiones que -en algún lugar de la línea de tiempo de su historia conjunta- tomaron nuestros padres. Claro, con la idea de llenar de afecto la mayor cantidad de espacios vacíos y, por supuesto, para nunca jamás, estuviésemos solos.

1 comentario:

  1. Muy bonita entrada, de hecho es un blog muy lindo, saludos y Feliz cumpleaños a Pedrito, qué mejor regalo que un triunfo del equipo de su papá.

    ResponderEliminar