¿Cuánta soberbia hay en denominar "Generación de Cristal" a jóvenes y niños de este presente, que estamos compartiendo?
¿Cuánta
amnesia selectiva; cuánta normalización de viejas (y obsoletas) prácticas;
cuánto aire de superioridad con respecto a la propia experiencia? ¿Cuánta falta
de autocrítica?
Cuando
entré a kínder (en 1982) fue un mundo nuevo para mí. A pesar de que estuve un
año en un jardín de niños y niñas, era otra cosa ir al colegio: el edificio era
enorme y había educadoras distintas, nuevas rutinas, un desafío tremendo para
alguien de 5 años.
Usaba
yo unos tremendos lentes "poto de botella", pues nací con un severo
grado de hipermetropía (que conservo muy parecido hasta hoy). Los niños me
molestaban, me pusieron nombres de todo tipo: "cuatro ojos";
"ciego", entre otros.
Llegué
llorando muchas veces a casa. Mamá fue al colegio a hablar con las
"tías" por el tema. Quien la atendió, le dijo que "los niños son
así y él tiene que acostumbrarse, tiene que hacerse fuerte". Mi mamá nunca
se olvida de la rabia y la impotencia que sintió.
Pero
efectivamente: me hice fuerte. Decidí "asumir" ese tipo de cosas y
peor que eso, comencé a devolverlas. Entré en la dinámica de la jungla escolar
de aquel liceo masculino, y la profundicé en el siguiente, también sólo de
hombres. Algunos de esos años me volví insoportable (me arrepiento mucho),
porque era la manera de protegerme de los ataques de los demás.
Me
golpearon de diferentes formas (jamás pegué un combo, nunca fui bueno para
eso); molesté a otros, puse apodos, me refugié en grupos de amigos para evitar
ser el centro de "las burlas de turno". Sobreviví, pero no me olvidé
de nada. Tampoco de aquellos que lo pasaron horrible y que deben ser adultos
con varias secuelas.
Aprendí
esa lógica absurda de que "ser hombre" era un desafío cotidiano.
Claro, porque cualquiera podía juzgar lo que hacías y llamarte
"maricón" (con todo lo que ello implicaba de ahí en más para tu
relación con los demás). Nadie quería eso. Ni siquiera los que de verdad
estaban viviendo un despertar de atracción hacia el mismo sexo. Ellos sí que
fueron reales supervivientes. Hoy los admiro aún más.
Yo
era de cristal y me tuve que volver de acero, para que no me quebraran una y
otra vez, de lunes a viernes. Era de cristal y tuve que guardarme lo mejor de
mí hasta que ya estaba por salir del colegio y entendí de golpe qué cosas eran
realmente relevantes y cuán poco importaba el juicio ajeno.
¿Crees
que la violencia, el machismo y el bullying te "prepararon para la vida"?
Pues yo lo volvería a pensar varias veces, porque probablemente lo que hiciste
fue naturalizar para tu vida conductas que hoy sabemos que no son las ideales.
"Lo que pasa es que ahora se ofenden por todo".
Lo que pasa es que venimos de un tiempo en que nos ofendíamos por costumbre y
asumíamos que a nadie le importaba, que a nadie le dolía (lamento decir que sí
hubo muchas heridas). De una época en que el sexo era lo que veíamos en las
páginas de unas revistas con mujeres desnudas, que alguien consiguió a
escondidas (algunos trajeron eso al whatsapp de hoy). Y la masculinidad, era
ser quien pega más fuerte; el que mejor juega a la pelota y el que se ha
"comido más minas".
Qué
alegría saber que los colegios tienen protocolos para el bullying. Qué bueno saber
que hay sicólogos que abordan internamente situaciones complejas. Qué
esperanzador saber, por mi hijo de 11 años, que no hay apodos, que sólo hay
bromas y que niñas y niños se respetan de manera natural y se ven como iguales.
Llamaron
"feminazis" a mujeres en búsqueda de la igualdad de género.
Llamaron
"buenistas" a personas construyendo un mundo más justo, desde la
ética.
No
llamen, por favor, "generación de cristal" a nuestros hijos/as, sólo
porque nos han hecho ver lo estúpidos e insensibles que fuimos en aquellos
años. Lo mínimo que podemos hacer es escucharlos, para entender cuánto corazón
y cariño le están poniendo a una sociedad nueva.
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