viernes, 25 de septiembre de 2020

Ciento Veintitrés: El Corazón Bajo el Cristal


 ¿Cuánta soberbia hay en denominar "Generación de Cristal" a jóvenes y niños de este presente, que estamos compartiendo?

¿Cuánta amnesia selectiva; cuánta normalización de viejas (y obsoletas) prácticas; cuánto aire de superioridad con respecto a la propia experiencia? ¿Cuánta falta de autocrítica?

Cuando entré a kínder (en 1982) fue un mundo nuevo para mí. A pesar de que estuve un año en un jardín de niños y niñas, era otra cosa ir al colegio: el edificio era enorme y había educadoras distintas, nuevas rutinas, un desafío tremendo para alguien de 5 años.

Usaba yo unos tremendos lentes "poto de botella", pues nací con un severo grado de hipermetropía (que conservo muy parecido hasta hoy). Los niños me molestaban, me pusieron nombres de todo tipo: "cuatro ojos"; "ciego", entre otros.

Llegué llorando muchas veces a casa. Mamá fue al colegio a hablar con las "tías" por el tema. Quien la atendió, le dijo que "los niños son así y él tiene que acostumbrarse, tiene que hacerse fuerte". Mi mamá nunca se olvida de la rabia y la impotencia que sintió.

Pero efectivamente: me hice fuerte. Decidí "asumir" ese tipo de cosas y peor que eso, comencé a devolverlas. Entré en la dinámica de la jungla escolar de aquel liceo masculino, y la profundicé en el siguiente, también sólo de hombres. Algunos de esos años me volví insoportable (me arrepiento mucho), porque era la manera de protegerme de los ataques de los demás.

Me golpearon de diferentes formas (jamás pegué un combo, nunca fui bueno para eso); molesté a otros, puse apodos, me refugié en grupos de amigos para evitar ser el centro de "las burlas de turno". Sobreviví, pero no me olvidé de nada. Tampoco de aquellos que lo pasaron horrible y que deben ser adultos con varias secuelas.

Aprendí esa lógica absurda de que "ser hombre" era un desafío cotidiano. Claro, porque cualquiera podía juzgar lo que hacías y llamarte "maricón" (con todo lo que ello implicaba de ahí en más para tu relación con los demás). Nadie quería eso. Ni siquiera los que de verdad estaban viviendo un despertar de atracción hacia el mismo sexo. Ellos sí que fueron reales supervivientes. Hoy los admiro aún más.

Yo era de cristal y me tuve que volver de acero, para que no me quebraran una y otra vez, de lunes a viernes. Era de cristal y tuve que guardarme lo mejor de mí hasta que ya estaba por salir del colegio y entendí de golpe qué cosas eran realmente relevantes y cuán poco importaba el juicio ajeno.

¿Crees que la violencia, el machismo y el bullying te "prepararon para la vida"? Pues yo lo volvería a pensar varias veces, porque probablemente lo que hiciste fue naturalizar para tu vida conductas que hoy sabemos que no son las ideales.

"Lo que pasa es que ahora se ofenden por todo".

Lo que pasa es que venimos de un tiempo en que nos ofendíamos por costumbre y asumíamos que a nadie le importaba, que a nadie le dolía (lamento decir que sí hubo muchas heridas). De una época en que el sexo era lo que veíamos en las páginas de unas revistas con mujeres desnudas, que alguien consiguió a escondidas (algunos trajeron eso al whatsapp de hoy). Y la masculinidad, era ser quien pega más fuerte; el que mejor juega a la pelota y el que se ha "comido más minas".

Qué alegría saber que los colegios tienen protocolos para el bullying. Qué bueno saber que hay sicólogos que abordan internamente situaciones complejas. Qué esperanzador saber, por mi hijo de 11 años, que no hay apodos, que sólo hay bromas y que niñas y niños se respetan de manera natural y se ven como iguales.

Llamaron "feminazis" a mujeres en búsqueda de la igualdad de género.

Llamaron "buenistas" a personas construyendo un mundo más justo, desde la ética.

No llamen, por favor, "generación de cristal" a nuestros hijos/as, sólo porque nos han hecho ver lo estúpidos e insensibles que fuimos en aquellos años. Lo mínimo que podemos hacer es escucharlos, para entender cuánto corazón y cariño le están poniendo a una sociedad nueva.

 

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