Es época de cierres y evaluaciones para niñas y niños, por lo que resulta importante recordar que la medida de esa apreciación no es única. No puede ser única, porque cada espíritu es diferente; porque cada quien enfrenta metas relacionadas con su capacidad; con sus posibles dificultades; con los contextos en que se desenvuelve.
Idealmente, así debería
ser. Aunque sabemos que, en la práctica, las calificaciones generan ciertas
dinámicas que pueden llegar a agotar a nuestros/as hijos/as. La presión y
exigencia desmedidas van desgastando, más todavía cuando al mismo tiempo,
desaparece el reconocimiento.
“Quedarse con lo bueno” es
ser justos en el análisis; sinceros en identificar las brechas y los avances.
Acogedores para valorar los logros, identificando todos los que sean posibles.
Son esos pasos hacia adelante los que van motivando y generando condiciones
para seguir creciendo.
¿Y los fracasos? Ideal
comenzar a llamarlos de otra forma. “Lecciones”, “aprendizajes”,
“oportunidades”, dando a entender que también existen y que nunca son
definitivos. Que siempre hay una chance para hacerlo de nuevo y con una
estrategia diferente. Porque, así como equivocarse es parte de la vida, también
lo es la opción de levantarse.
¿Aprendiste algo nuevo?
¿Leíste mucho más que el año pasado? ¿Te relacionaste con amigos y amigas que
te hicieron sentir bien? ¿Conocimos cosas nuevas en familia? Tanto a favor,
mientras experimentamos la alegría de vivir. Sólo hace falta abrir bien los
ojos, para verlo.