Más de lo que quisiera, he escuchado últimamente esa
recurrida y desafortunada frase que dice “el resto es música”, como relegando a
dicha expresión artística a un lugar sin importancia en el mundo, casi como de
relleno. Debo decir que me duele
particularmente esto, pensando que la música ha estado y sigue estando presente
en cada rincón de mi vida.
Así es también en los niños, quienes tienen una natural
inclinación por lo musical, cuestión que es una oportunidad para nosotros como
padres, para profundizar en su cercanía con el lenguaje; con la práctica
física; con la coordinación psicomotora. Desde que son bebés usamos la música
como elemento fundamental en el establecimiento de rutinas y en la búsqueda de
momentos de alegría y descubrimiento para los infantes.
Siendo pequeños cantamos, tocamos tambores, usamos
guitarras de juguete para creernos los dueños de un escenario ficticio. Todo
esto potencia y profundiza el desarrollo intelectual, la capacidad de
socializar y la creatividad. ¡Por eso hay tanta música para niños! Y siempre es
posible descubrir más. Muchos usamos música clásica durante estos años, para
relajar y vincular a los pequeños con expresiones dulces y perfectas de lo que
entendemos por armonía. Incluso el rock o el pop pueden ser grandes aliados en
el desarrollo de los pequeños y para nosotros, dándonos la oportunidad para
compartir cantando con ellos.
¿Qué nos pasó, de un tiempo a esta parte, que en fiestas
infantiles estamos escuchando reggaetón? Lo menciono porque no es algo puntual.
Me ha pasado en el 90% de las celebraciones de niños a las que he asistido en
los últimos años, incluso aquellas que las empresas realizan para las familias
de sus trabajadores. ¿Qué nos pasó, que hoy estamos escuchando reggaetón en
casa, junto a los niños, y subiendo videos a redes sociales, de ellos bailando como
adultos, esos ritmos?
¿Qué tiene de malo el reggaetón? Como expresión musical,
representa genuinamente a una parte de la sociedad actual, sin duda. Como voz
de dicha cultura, expresa de manera explícita y a veces violenta, una posición
frente a la mujer que la menoscaba, convirtiéndola en un objeto. Eso, sin
mencionar que también sus letras están altamente sexualizadas, y en español,
por si alguien plantea por ahí que los niños no se fijan en lo que dicen. En la
práctica, lo hacen, y van cantando por ahí lo mismo que escuchan.
¿Soy grave? Para muchos que leerán esta columna,
probablemente. Sin embargo, ya he planteado acá otras veces aquello que creo
con convicción: el lenguaje crea mundo. Y somos responsables del que estamos
creando para nuestros niños. ¿Hay canciones de reggaetón con letras amigables e
inocentes?
Probablemente, pero no son las que nuestros hijos están tarareando.
Sin ir más lejos, la letra de la célebre “Despacito” dice al final… “Y es que
esa belleza es un rompecabezas / Pero pa montarlo aquí tengo la pieza"...Y eso que la escribió una mujer...
31 minutos, Mazapán, Cachureos, María Elena Walsh, Pimpón, los
discos de Disney, son tantas las opciones infantiles que ya no se están
utilizando en las celebraciones. Si ya son más grandes, ¿por qué no la música
rock-pop de las radios, que tantos héroes infanto-juveniles tiene, desde Soy
Luna y Violetta, hasta Taylor Swift, Bruno Mars o Katy Perry, por mencionar
solo algunas?
“Es que a los niños les gusta el reggaetón”, me han dicho
algunos papás con quienes he debatido esto. ¿De veras? Y si les gusta golpearse
jugando a las luchas; jugar todo el día con una consola electrónica; hacerse bullying o faltar el respeto a sus compañeros y
profesores ¿También deberíamos dejar que ocurra?
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