He recordado, por ejemplo, las ganas que tenía de crecer y ganar plata, para comprar todo el catálogo de Playmobil, que admiraba una y otra vez, desde la Navidad en que recibí el set de safari.
Pensaba también, en esas injusticias que sentía que se daban con mi segmento etario (niños) y las ganas de lograr representatividad para ese grupo (alentado por el despertar democrático del país). Pensaba en proyectos "revolucionarios", como horarios escolares flexibles; vacaciones prolongadas y muchos, pero muchos derechos de acceso a jugar...
Y en la ansiedad por crecer y lograr tantas cosas para las que estaba limitado, también vivía imaginando como me vería de adulto. La sobredosis de TV me había impulsado a formar un dibujo de mí que, incluso solía poner en el papel: un personaje de chaqueta, lentes, barba y pelo algo desordenado...
Veía el dibujo, hecho con lápiz de mina, como un futuro deseado, en que salía a "rodar tierras" (como en las historias que leía cada noche) sin demasiados planes y, más que cualquier cosa, con ganas de vivir aventuras y situaciones que desafiaran mi osadía…
Me acuerdo cuántas veces leía a Salgari o a Verne, hasta altas horas de la noche y soñaba que tripulaba un barco explorador, como científico, viviendo épocas de descubrimientos y grandes viajes.
Darío representa esperanza, en ese sentido. Esperanza de recuperar la parte de mí que dormía y que, desde hace poco más de dos años, ha venido despertando de manera gradual. Como a través de este blog, donde intento crear y plasmar un mundo, el mío (que quizá sea el de muchos), sin mayor ambición que la del relato…mismo mágico motor de esos libros que marcaron mi infancia, o las películas que cada tarde me invitaban a creer que yo también estaba destinado a algo increíble.
No hay comentarios:
Publicar un comentario