viernes, 28 de marzo de 2014

Setenta y Dos: Cuestión de Confianza

Me acostumbré a escuchar el discurso tan extendido de “no confiar en la gente”. Ya ni siquiera lo discuto, para no amargarme, pero debo reconocer que día a día, se vuelve más masivo. Y uno, que sigue creyendo en las personas, se va quedando cada vez más solo. Literalmente.

Me encantan los animales, pero creo que el crecimiento de los movimientos para defender sus derechos, son reflejo también de la incredulidad frente a lo que llamamos “humanidad”. Las personas tienden cada día más a preferir la fidelidad de una mascota, antes que las sinuosidades del comportamiento de un amigo/pareja/familiar. Bastante comprensible, aunque estoy lejos de asumirlo como un lineamiento personal.

La vida está llena de riesgos. Y uno de los principales dice relación con el vínculo que establecemos con las demás personas.  Podemos discutir cuáles son las razones, pero hoy enfrentamos al mundo con diversos escudos, corazas y campos de fuerza, dependiendo de las experiencias personales.

Los niños, en cambio, se entregan siempre al 100% frente a cada oportunidad que se les presenta. No clasifican a las personas, no las juzgan a primera vista, no las critican, no hablan mal de ellas cuando no están. De hecho, comienzan siempre de la base de que todas las personas son buenas. Durante las últimas semanas, por ejemplo, me ha hervido la cabeza respondiéndole a Darío su pregunta recurrente “¿Por qué algunas personas son malas?

A mí mismo, me cuesta responder a esa pregunta. Y es inevitable recordar la época en que nuestras creencias infantiles comienzan a caer una a una, como piezas de un dominó, dejándonos en una orfandad bastante impactante, pues nos devuelve a nosotros la decisión respecto a ¿Cómo enfrentaremos al mundo ahora que sabemos todo esto?

Elegí varias maneras durante años. Pero hace un tiempo me estacioné en mi preferida: la de seguir creyendo. Sí, porque aunque el mundo se obstine en decirte que las personas no son de fiar; que lo pasarás mal; que te harán sufrir; lo he pasado mucho mejor y he disfrutado muchas más cosas, manteniendo la fe a tope.


Lo de perder o salir trasquilado es parte de la vida. Casi, diría yo, del encanto de la vida. 

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