viernes, 27 de septiembre de 2013

Setenta y Uno: Usted, usted y usted también...¡todos fuimos niños!


Leí hace muy poquito que algunas aerolíneas han implementado distintas estrategias para que viajar con niños no sea una "tortura" para los padres u otros pasajeros que vayan en el mismo vuelo.

“Tortura” decía, textualmente, el artículo periodístico. Desde que terminé de leerlo, hasta ahora, me estuve preguntando: ¿por qué debería ser una tortura para los papás, viajar con quienes forman parte indisoluble de sus vidas (bueno, al menos, hasta que sepan valerse por sí mismos)?

Salvo para quienes la paternidad fue una sorpresa, diría que todos quienes tenemos la felicidad de tener niños, construimos una nueva vida junto a ellos, en la que compartimos la mayor parte de las cosas. Hay algunas, por supuesto, que pertenecen al terreno de “pareja” y con la Andrea cuidamos su mantención y cuidado…ahí está nuestra historia de amor, nuestra intimidad y la sana “aventura” que mantiene viva la pasión…

Irse de vacaciones, entra en el ámbito de lo familiar y, en consecuencia, planificamos siempre para nosotros tres. Si existe un viaje proyectado, lo mismo. Pasajes para los tres, asientos para los tres (por una cuestión de comodidad) y juegos y actividades que nos mantengan entretenidos (¡no solo al pequeño, sino a los tres!).

¿Es una posibilidad que Darío se comporte de mala manera y nos haga difícil el viaje? Por supuesto, y más aún cuando solo era un bebé. Es una opción que está considerada por nosotros y es parte del paisaje del que debemos hacernos cargo como padres.  Podemos minimizar sus efectos, independiente de que algunos de esos efectos terminen afectando a quienes van en el bus, avión o tren…

Hay personas a las que siempre les va a molestar la presencia “dinámica” de un niño. Siento que es inevitable…alguien reclamaba el otro día en una red social sobre una mamá que subía muy lento en la escalera de la mano con su hija…otro clamaba por un supermercado sin niños en los pasillos…

Va a sonar a obviedad, pero ¡Todos hemos sido niños! ¿En qué momento perdimos la memoria? ¿Puede ser que no tengamos paciencia para aceptar el desarrollo de personas que, como nosotros, también están aprendiendo de peligros, diversiones y demases?

Poner a los niños al nivel del “humo de cigarro” (un tema de salud colectiva), no solo me parece una exageración, sino una pérdida de consciencia masiva, respecto de lo que somos y lo que estamos dispuestos a tolerar…A mí, por lo menos, pónganme siempre en el mismo carro que los niños, porque ellos son la vida misma…¡y me encanta vivirla!

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