viernes, 7 de diciembre de 2012

Sesenta y Cuatro: Es muy triste



Dicen que una de las competencias relevantes para desenvolverse con éxito en esta época  tiene relación con nuestro lado emocional. Sucede que después de muchos años de obsesión con el “contenido” y la “información”, el mundo cayó en la cuenta de que existían ciertas capacidades y habilidades que no se estaban enseñando ni en la escuela ni en la universidad, y que estaban marcando la diferencia.

Junto con ese descubrimiento, nos saturaron de nuevas teorías y conceptos, desde la Inteligencia Emocional hasta el Liderazgo, intentando dar con la fórmula que permitiera suplir las brechas que muchos tenían en términos de su manejo interpersonal.

Independiente de la visión que cada uno tenga respecto de estas teorías, hay una cuestión concreta y tangible: hubo un paradigma que se modificó y hoy las emociones  (así como su control y manejo) han adquirido un protagonismo que para muchos puede ser incómodo.

¿Cómo funcionan las emociones en los niños? A través de Darío, he podido darme cuenta de que –igual que con el lenguaje- están en un permanente aprendizaje.  Y también he notado que, de manera natural e inconsciente, los adultos estamos pendientes de lo que sucede en relación a su ¿corazón?...e incluso, limitamos ciertos ámbitos de su reacción frente al mundo.

“Es muy triste”, me dice Darío cada vez que ve Toy Story 2 y Jesse, la vaquerita, canta la canción con la historia del abandono que sufre de su antigua dueña.  La Andrea corre a explicarle que se trata de una tristeza pasajera, que después ella estará feliz con Andy y sus amigos…

Mi posición –y se lo he dicho a la Andrea varias veces- es que prefiero dejarlo sentir aquello que el reconoce como espontáneo. De alguna forma, creo que su aprendizaje en este sentido se verá potenciado si le toca enfrentar varias y diversas situaciones, sobre las cuales hará su propio juicio. Uno que no tenga nuestra carga emocional.  

Personalmente, creo provenir de un mundo más triste que “alegre”. Y mi propio proceso de reconciliación con estas emociones, me llevó varios años y dificultades que hoy recuerdo con cariño. Con la ternura de quien logra mirarse ignorante e incompetente, pero consciente de que hubo procesos necesarios, casi imprescindibles, para ser el que soy ahora.

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