viernes, 24 de agosto de 2012

Cincuenta y Ocho: Tiempo de Calidad


Todo comenzó con una semana recargada de actividades. Mis clases estaban en receso, por las vacaciones de invierno, cuestión que aproveché para programar un partido de fútbol semanal, junto a mis amigos.

La primera semana, todo bien. La segunda, no fue tan fácil. Ni hablar de la tercera, que significó que la Andrea cuestionara abiertamente mi idea de buscar espacios propios dentro del matrimonio pero, sobre todo, dentro de la paternidad.

“Yo trato de dejar todo de lado por Darío”, me dijo. A lo que yo retruqué: “Me parece bien, pero es tu decisión. Por mi lado, tengo la mejor disposición para que también busques espacios para ti…un curso, días en el gimnasio, lo que quieras”.
No sacamos demasiado en limpio de esa discusión, aunque para mí fue una invitación para volver sobre un tema relevante a la hora de traer un hijo al mundo. ¿Qué pasa con nosotros como pareja? ¿Qué pasa con nosotros como individuos?

Estoy convencido de los equilibrios mandan en esta vida. Y que se puede lograr una atención equitativa y valorable entre esposa, hijos y uno mismo. De hecho, creo que encerrarnos sobre nuestros afectos cercanos, no puede sino acarrear la lenta construcción de un vacío que saldrá a la luz, precisamente, cuando nuestros hijos no estén.

“Es que no veo a mis hijos toda la semana, ¿cómo voy a salir por mi cuenta el sábado o el domingo?”, me decía una amiga el otro día. Desde mi perspectiva, más que la cantidad de tiempo que pasamos con los niños, se trata del cómo aprovechamos ese tiempo, para entregar cariño y educación de calidad. 

Estar al lado de los niños, mientras ellos juegan, solo les aporta paz, pero no representa un cambio significativo en su percepción.  Involucrarse y proponer juegos;  programar y salir a un paseo con foco y objetivos; conversar con ellos respecto de lo que ocurrió en el día. Esas sí son cosas que marcan la diferencia.

Esta semana, la Andrea comenzó a practicar yoga. No sé si lo hizo motivada por la discusión o silenciosamente convencida por mis argumentos. Me ha puesto feliz que encuentre nuevos espacios, que son solo de ella, sin que se sienta culpable por Darío. 

Puede sonar dramático o exagerado, pero el crecimiento de los niños es algo que para los padres pasa casi en un abrir y cerrar de ojos. En ese sentido, los tiempos juntos son trascendentales,  siempre que tengan un fondo.  Mantener y cultivar intereses personales, en algunos espacios planificados y consensuados, no solo nos proveerá de una válvula de escape para posibles conflictos. También nos preparará para entender la vida que vendrá cuando los niños ya no quieran ir a todas partes con nosotros. O cuando, definitiva y justamente, decidan emprender el camino propio.

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