martes, 15 de noviembre de 2011

Treinta y Siete: Ayudar

Dice la RAE que este verbo significa “prestar cooperación”. En ese sentido, se entiende como el aporte que hacemos a una actividad que alguien ya realiza por su cuenta; que no es de nuestra directa responsabilidad o, para decirlo en términos sencillos: no depende de nosotros.

Hablaba con una compañera de trabajo hace unos días. Casada y con hijos hace bastante más tiempo que yo, me comentaba que su esposo "le ayudaba" mucho en casa. Claro, el hombre cuidaba de vez en cuando a los niños; hacía las compras del supermercado y arreglaba desperfectos hogareños. En ese sentido -pensé yo- su estructura de roles guarda preocupantes semejanzas con la que tenía mi madre (que tiene más de 60 años) o mi abuela (que está justo en los 90), mujeres acostumbradas a asumir el liderazgo en sus familias, en cuanto a la crianza de sus hijos, mientras los hombres, si no estaban trabajando para traer dinero a casa, estaban descansando o divirtiéndose en cualquier otra cosa.

La intensidad con la que vivimos hoy hace imposible concentrar la carga del hogar en una sola persona. Menos en la mujer, que en estos tiempos estudia, trabaja y busca desenvolverse y realizarse en su labor profesional. Ello ha traído consigo que los "ayudantes" sean más "protagonistas" y estén presentes en diversos espacios de la vida cotidiana. Comenzando por los hijos, por cierto.

Lo mío, en todo caso, está anclado en el tipo de relación que hemos mantenido durante más de 10 años con la Andrea. Incluyendo la primera época, de transición, en la que comenzamos a delinear nuestras responsabilidades. Como hijo de madre "clásica", el trabajo de casa me fue ajeno durante 25 años, en los que fui -con suerte- "ayudante" y debía preocuparme solamente de estudiar. Todo lo demás funcionaba como una máquina perfecta e irreprochable: el aseo de la casa; preparar el almuerzo; ir al supermercado, etc...Al decidir compartir el techo con mi actual esposa, fue ella misma la que me dejó en claro las cosas desde un principio: independiente del tipo de labor que debamos hacer, la repartición será -y sigue siendo- equitativa y consensuada.

Difícil de explicar para mi queridísima abuela sería, por ejemplo, el hecho de que la Andrea no cocina. Que lo hago yo y que, afortunadamente, lo paso bien haciéndolo. O que durante los últimos meses ella se queda hasta altas horas trabajando, mientras yo paso a buscar a Darío donde mi madre, lo llevo a casa; le doy su cena; jugamos; leemos un cuento; le doy un baño; le pongo su pijama y luego lo acuesto en su cuna. O que no puedo –intempestivamente- agarrar mi chaqueta e ir a tomar unas cervezas con amigos, porque mi presencia es fundamental para que todo funcione de acuerdo al modelo que hemos acordado, casi implícitamente.

¿Vivo encarcelado? En ningún caso ¿Estoy agobiado por tantas tareas? Solo en ocasiones puntuales ¿Estoy sometido por mi mujer? La verdad, no. Ésa sería la conclusión simplista de alguien que piensa que nuestros roles vienen asignados por naturaleza, en vez de generarse acuerdos, que permitan que ambos nos sintamos plenos, como personas y como pareja. Más allá del amor (que creo hay mucho), esa es la idea de compartir un proyecto de vida en conjunto...

2 comentarios:

  1. ooo, me siento muy identificada con tu post, estas ultimas semnas han sido agotadoras en la pega y tengo que trabajar de lunes a lunes, mi marido se ha encargado de todo, costo para que asumiera la responsabilidad, pero ahora ya entiende que no es ayuda lo que necesito sino un partner, un quipo para que las cosas funcionen mejor para todos. Muy bieno tu blog, felicitaciones.

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  2. Gracias por tu comentario! Yo también viví el proceso de entenderlo...quizá fue más fácil, pues ya lo había visualizado y estaba preparado...pero de todas maneras implica un esfuerzo grande. Primero, venciendo al ego...saludos!

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