Cada temporada estudiantil trae consigo el desafío de volver a motivar la conexión de nuestros hijos e hijas con contenidos, cuadernos y trabajos. Las vacaciones, más encima, aportan con una distancia –necesaria y saludable- que hay que resolver de la manera más gradual posible.
Dicen
que con los años lo de “crear ganas de estudiar” se ha puesto más complejo aún,
por la cantidad de tiktokers y youtubers que ganan millonadas simplemente por
transmitir contenido por sus redes. Claro, desde la lógica infantil y/o
juvenil, resulta fácil argumentar algo como: “Para qué estudiar, si por
Internet se puede ganar mucha plata”.
Ante
este escenario desafiante, lo primero como mamá o papá, es contrapreguntar: “¿Estudiamos
para ganar dinero?”. La respuesta más sencilla es que sí que, en lo más
concreto, nuestra responsabilidad y constancia estudiando nos llevarán de una u
otra manera a contar con herramientas para ganarnos la vida en un mercado
laboral siempre cambiante.
Lo
que sigue es buscar la respuesta más profunda: ¿Estudiamos sólo para ganar
dinero? Y ojalá naturalmente pueda aparecer una conversación sobre lo que
significan el saber y el conocimiento, para nuestra autorrealización. ¿De qué
manera el aprendizaje permanente nos vuelve mejores personas? ¿Cómo el estudio
nos permite dejar este mundo mejor que cuando lo encontramos?
Estudiar
trasciende. Deja huellas en el mundo y en las demás personas. En etapa de
cuestionamiento infanto-juvenil debemos ser capaces de transmitirles ese
mensaje, inspirando desde las posibilidades que se encuentran justo enfrente de
ellos/as, las cuales son infinitas. Y dependen, en gran medida, de la idea que
cada uno/a tiene acerca del futuro.
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