viernes, 9 de septiembre de 2011

Veintinueve: Con-Sentido

Es tan humano eso de buscar razones. Es prácticamente imposible para nosotros emprender nuevos rumbos, o tomar decisiones, si no contamos con motivos.

Ya saben que trabajo en RRHH y, por ende,  compruebo empíricamente esta realidad de manera cotidiana. A la gente le cuesta mucho avanzar cuando no sabe para dónde va el barco, o cuando se les entrega una responsabilidad que no entienden para qué sirve.

Hace más de 15 años, en el colegio, mi profesor de filosofía me acercó por primera vez al mito de Sísifo, y su castigo eterno de empujar una gran roca, ladera arriba, para que justo antes de llegar a la cima, volviese a caer. Una repetición angustiante, no por el esfuerzo o la frustración del proceso, sino por la ausencia de un fin. ¿Para qué?

Sin embargo, los años me han mostrado que muchas veces no necesitamos más que el deseo, para embarcarnos en algunas apuestas.  Ya de más viejo, retomé la lectura de “Alicia en el País de las Maravillas”, por ejemplo, y entendí muchas de las cosas que su autor, Lewis Carroll, quizá trataba de decirnos.  Un apasionado de la lógica, en ése y otros relatos, la utiliza precisamente para poner de manifiesto la vulnerabilidad del sentido, y como suele engañarnos poniendo límites a nuestros sueños. Lo mismo que el tiempo (¿Será por eso que el conejo está siempre apurado?).

En la paternidad casi todo el tiempo las explicaciones sobran, no se necesitan. A diferencia de los juguetes de hoy, el sentido “no se vende por separado”. Por lo general, va incluido junto con el shock inicial de verse responsable de una criatura con todo por aprender, pero con la habilidad intrínseca de amar (los bebés lo hacen apenas respiran por sus propios medios…)

A dos años y algo de ese gran cambio, las reflexiones existen,  pero no pasan necesariamente por los motivos. Ya hace rato que inventé un sentido general, que responda a las preguntas puntuales que van surgiendo.

¿El resto? Para mí, ha estado anclado en un concepto denostado y despreciado en estos días, pero que encierra parte del encanto de nuestra humanidad: la improvisación. En efecto, sin abusar de sus “bondades”, el hecho de ir enfrentando las cosas de una, en virtud de los contextos, le quita el peso ficticio a nuestras decisiones, ése que le damos en la medida que agregamos y agregamos antecedentes (como para no tener que decidir nunca…)

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